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Amo y aborrezco... ¿qué me pasa?


El amor, ese sentimiento interpersonal; ese deseo de estar, de sentir hacia otra persona única, quien llena el vacío… ¿puede ser compartido al mismo tiempo con sentimientos de odio, rencor o rechazo?

La letra de una popular canción nos dice:

“Me tienes y te vas. Me haces esperar. No entregas nada a cambio. Me ruegas y mis pies, descalzos... otra vez se quedan por tu encanto… Te odio. Te amo. Te amo. Te odio. Ay, como odio amarte (yeah yeah yeah). Te odio. Te amo. Te amo. Te odio. Ay, como odio amarte…” (cantan Ha-Ash).

El Dr. Alberto Linares T., psicoterapeuta psicoanalítico español, señala: “La ambivalencia afectiva está presente en todo ser humano, es constituyente, pero eso no justifica ningún comportamiento. Cuando nos dejamos llevar por los sentimientos pueden iniciarse los problemas, ya que conseguimos llegar a odiar a las personas que más amamos…”

Continúa el especialista: “Podemos designar el complejo de Edipo (amor hacia la madre y odio hacia el padre, desde los postulados Freudianos) como el fenómeno central del temprano periodo sexual infantil. Este nos habla de los deseos del niño, quien ama y admira a su padre; pero muy pronto entra en escena el otro lado de esta relación de sentimiento. El padre es discernido también como el perturbador de la propia vida pulsional. El niño no sólo querrá imitar la figura parental, sino también eliminarla para ocupar su lugar. Coexisten, una junto a la otra, la corriente tierna y la hostil hacia el padre y ello a menudo durante toda la vida, sin que una pueda cancelar a la otra. En tal coexistencia de los opuestos reside el carácter de lo que llamamos «ambivalencia afectiva». Se ama y se odia a un mismo objeto. El sujeto reprime estas tendencias y renuncia a ellas para poder socializarse; a pesar de ello no desaparecerán, están reprimidas y producen efectos inconscientes en la conciencia.”

Son seres que aman cuando se sienten gratificados y odian cuando no logran su satisfacción… ambivalencia constitucional del sujeto psíquico.

La vida en pareja, escenario de múltiples interacciones, es el espacio en el cual la ambivalencia afectiva se manifiesta con más frecuencia, y esta erosiona de manera severa la relación de pareja, la de familia y aún la laboral. La ambivalencia se manifestará en conductas que muchas veces por ser “no conscientes” no se las reconoce o se les da otra interpretación (razones que no son las verdaderas).

Queridos lectores: este es un tema cotidiano. El día a día obliga a vivir situaciones y conductas del otro que agradan o enojan. Busquen apoyo y ayuda cuando los sentimientos de odio y rechazo prevalezcan. Siempre se pueden encontrar nuevos caminos mediante la comunicación.

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