Un día te despiertas en la mañana y piensas que quedarse en la cama quizá sea la mejor idea del día. Ir al trabajo o a la escuela ya no parece tan importante y ya no recuerdas por qué antes ibas con tanto entusiasmo.
Tienes una constante sensación de pesadez, cansancio y sueño; desde hace unas semanas has tomado una o dos siestas en el día y por la noche te invade el insomnio. Recuerdas que dejaste de hacer ejercicio y todas esas cosas que te gustaban hacer en tus ratos libres: ya no vas al cine, ya no has agarrado un libro, ya no hay tardes de café o bar con tus amigos, ya no haces paseos en bici, ya no vas de compras. Cada que te ves al espejo te encuentres frente a un sinfín de defectos que parecen cada vez más evidentes ante tus ojos. Tu teléfono era tu más fiel compañero y cómplice de pláticas y secretos con todos tus círculos de amigos y familiares. Hoy se han acumulado los mensajes no leídos y las llamadas perdidas. Ya no quieres seguir escuchando que “Todo estará bien” “Que le eches ganas” “Ya va a pasar” “Que no entienden por qué estás así” “Que no es para tanto”. Últimamente se te olvidan muy seguido las cosas y no puedes concentrarte en lo que haces. Hay días que tienes mucha hambre, comes de más y te queda la sensación de no estar satisfecho. Otros días te olvidas de comer por completo. Llevas cuatro días con la misma ropa; incluso los días que recuerdas que tienes que bañarte te pones el mismo pantalón viejo, la misma playera ligera y sencilla y te envuelves en una sudadera o suéter enorme. Todas tus actividades han disminuido significativamente. Todo esto pueden ser señales de que estás deprimido. Pero ¿cómo se llega a la depresión?
Los estímulos a los que estamos expuestos constantemente nos generan sensaciones, pensamientos y emociones; estas emociones son el resultado de la forma en la que vemos las cosas. Una emoción es la expresión básica del cuerpo resultado de una percepción. Es la interpretación que hacemos de lo que nos ocurre o nos rodea. Las emociones tienen una función psicológica, al ser las que nos permiten traducir y expresar lo que sentimos; fisiológica, las emociones nos permiten regular nuestros niveles hormonales, el proceso de neurotransmisión que es el proceso de transmisión de información en el cerebro y una función conductual, pues las emociones son las que dirigen y nos hacen actuar. Como una función general, las emociones tienen que ver con la forma en la que nos adaptamos al medio y a los estímulos. Existen emociones básicas que son las que aparecen de forma natural e innata en el desarrollo de una persona y tienen un significado universal independiente del contexto.
Entre las emociones básicas se encuentra la tristeza, que es el estado de ánimo que genera pensamientos pesimistas, la sensación de falta de energía y sentimientos de nostalgia y soledad. Es esperado que la tristeza aparezca ante una pérdida, una situación desagradable, un fracaso o ante el desgaste de energía. Socialmente nos enseñan que no es bueno o no está bien estar triste. Ante la tristeza respondemos hacia a la evitación o buscamos eliminarla de manera inmediata. Sin embargo la tristeza, como todas las emociones, tiene funciones: sirve para reestablecernos, regularnos y reorganizarnos psicológica y físicamente, sirve como un proceso reflexivo de aprendizaje y de autoconocimiento ya que nos da la oportunidad de cuestionarnos sobre lo que pensamos, hicimos o hacemos y queremos; transmite la petición o demanda de ayuda y consuelo, a su vez que fomenta la conducta de ayuda hacia aquel que se percibe como triste.
La tristeza, pese a ser una reacción natural y esperada, a veces se instala y se intensifica. Aunque no existe un parámetro preciso de inicio y fin de la tristeza, cuando esta permanece por un tiempo prolongado, afecta significativamente en las actividades cotidianas y aparecen sentimientos de culpa, desesperanza, incredulidad y desaliento hacia un futuro próspero y de bienestar y con efectos en la autoestima y en las relaciones sociales, entonces la tristeza, posiblemente, se ha convertido en depresión.
La depresión es una alteración significativa en el estado de ánimo por un tiempo prolongado y es considerada como una enfermedad o trastorno mental. Las causas pueden ser genéticas, biológicas o psicosociales.
Aunque todas las personas pueden tener respuestas, reacciones y comportamientos diferentes, existen algunos síntomas generales y relevantes, entre los que se encuentran:
• Sentimientos de menosprecio u odio hacia sí mismo.
• Pérdida de autoconfianza.
• Disminución o falta de energía.
• Falta de interés en actividades habituales.
• Pérdida de placer.
• Exceso, falta o dificultad para conciliar el sueño.
• Alteración en el apetito.
• Pérdida o aumento de peso.
• Dificultad para concentrarse.
• Conducta de abandono o aislamiento.
Con la tristeza se espera que aparezca de forma natural ante situaciones desfavorables y desaparezca también naturalmente en un lapso considerable. Con la depresión no pasa así, podría incluso aparecer sin motivos aparentes, la personas con depresión muchas veces no identifican con claridad la causa específica de malestar, quien la vive no le ve fin y en el peor de los casos termina con el suicidio. La tristeza es pasajera, la depresión permanece.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud, 2017) la depresión es la principal causa de problemas de salud y de incapacidad a nivel mundial.
El panorama suena bastante desalentador ¿no? Pero la depresión se puede tratar. La tristeza no necesita de un proceso psicológico, con el curso del tiempo, el retorno a las actividades cotidianas y el apoyo habitual de familiares, amigos y cercanos es suficiente para superarla. Con la depresión es necesario la ayuda profesional, como un psiquiatra o un psicólogo. Es importante la participación del especialista para que haga un diagnóstico certero del estado emocional de la persona afectada, ya que de esto depende determinar un tratamiento eficaz.
Si después de leer esto identificas a una persona cercana tuya con signos de depresión, tu apoyo es fundamental para acompañarla en el proceso para superar este periodo emocional. Quizá por la desesperación de ver a nuestro ser querido mejor podemos hacer cosas con la mejor intensión, pero que puedan hacer sentir presionado a la persona y poco entendido. No es necesario haber estado deprimo para entender al otro; además, cada proceso emocional es diferente. Respetar lo que está viviendo el otro, sin cuestionar, sin condiciones y sin pedir explicaciones es de mucha ayuda. A veces basta con preguntar “¿Qué necesitas?” “¿Qué puedo hacer por ti?” “¿Cómo quieres que te ayude?”.
Si tú te identificaste con los signos de depresión, quiero decirte que no está mal sentirse y estar deprimido, no necesitas justificaciones o causas razonables, no estás obligado a explicar tu estado de ánimo. Lo que sí es importante es que, si ya detectaste que tu estilo de vida habitual se ha visto afectado por la depresión, te apoyes de tus seres cercanos de confianza para que te brinden es sensación de aliento que podrías sentir que te falta y que acudas con un experto para que te acompañe y guíe desde sus conocimientos como especialista en el proceso para superarlo.
Quizá te sientas cansado, desanimado, desesperado o sin la energía suficiente para hacer algo. Parece difícil, pero no es imposible. Basta con la disposición de autoayuda y de pedir ayuda.
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