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¿Cómo hacer que las familias reconstruidas funcionen?


Freud fue el primero en entender que nuestro inconsciente es el producto del encuentro entre nuestra subjetividad y la del otro, es el resultante de esta interacción. Lo interno y lo externo son dos espacios continuos, diferentes pero fundidos entre sí. Los niveles de permeabilidad al exterior en el mundo psíquico son pues variables y se sitúan a largo de un continuo.

De acuerdo con lo anterior, veamos sobre qué puntos tienen su nueva estructura las familias reconstruidas:

• El vínculo previo y las cicatrices de la ruptura de un matrimonio condicionan a estas nuevas parejas y familias reconstituidas, siendo común que uno de los anteriores cónyuges funcione como un fantasma que es proyectado en la nueva pareja.

• Se destaca la frecuencia con la que se culpa a los hijos de los conflictos que aparecen, y en ese sentido se señala cómo uno de los más frecuentes es el que se da entre el padre y su hija adolescente, la cual le hace invivible la nueva relación. Se considera que detrás de esto solemos encontrarnos con un padre que, debido a un conflicto de lealtades, no puede poner límites a su hija, aunque también podemos encontrarnos con que la nueva esposa funcione con esta de manera especular. Se detecta con frecuencia sentimientos de culpa por parte de los padres hacia sus hijos, debidos a la preocupación por las consecuencias de la separación. Estos sentimientos dificultan o incluso impiden la inclusión de la nueva pareja. El reto es que los nuevos cónyuges elaboren el duelo por la familia perdida, lo cual a menudo resulta imposible sin la ayuda psicológica necesaria.

• Es importante que investiguemos la posible complicidad inconsciente de los padres que se presentan como víctimas de sus hijos, ya que los conflictos emocionales descritos suelen ser negados, siendo éstos los verdaderos generadores del problema.

• Se considera fundamental, para rebajar el nivel de conflicto, renunciar a la idea de ser “una familia normal” y aceptar lo que inevitablemente tienen de distinto estas uniones.

• Es necesario hablar de las dificultades que puede atravesar el nuevo cónyuge para aceptar la intensidad de la relación de su nueva pareja con su ex pareja, esta intensidad es común cuando los hijos que comparten atraviesan problemas. Desgraciadamente ante los celos y la competitividad que pueden surgir, muchos padres abandonan la relación con sus hijos. Los segundos matrimonios tienen el reto de trascender estos sentimientos y de encarar la incompletud desde sus inicios. En estas circunstancias se vuelven imposibles ciertas idealizaciones tranquilizadoras que sí se dan en los primeros matrimonios, pero a cambio suelen contar con una mayor madurez, la cual les permite rebajar estas fantasías y funcionar de un modo más cercano al principio de realidad.

• Abordar estas problemáticas familiares como problemáticas de pareja, aunque esto no siempre es posible y con relativa frecuencia el proceso terapéutico se inicia con la demanda de ayuda para uno de los hijos. Los adultos suelen exigir que éstos tengan su mismo tiempo a la hora de elaborar el duelo por la familia rota, cuando éste es mucho más lento y difícil para ellos. Es por ello se recomienda consolidar en primer lugar el vínculo de pareja y no apresurarse por unir la nueva familia.

• Es necesario poner el acento en que estas familias se construyen desde el amor, y en que es importante que sus miembros así lo valoren. En ese sentido menciona cómo muchos autores llaman a estas uniones, “familias afectivas”, destacando el hecho de que fueron fundadas en torno al “deseo de familia”, yendo más allá de lo establecido en lo jurídico y/o religioso.


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