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José Manuel Orozco Garibay

"De la traición"



Decimos que las relaciones son no relaciones en varios sentidos.

Primero, una relación supone que dos seres diferentes entran en contacto para ‘intercambiar’ algo. Segundo, dos elementos aparentemente separados de pronto se ‘aproximan’ con el objeto de ‘coincidir’. Y tercero, el proceso de filiación entre dos ‘idénticos’ construye un vínculo de armonía plena. Lo importante es que los tres sentidos de la idea relación juegan con las ideas de ‘intercambio’, ‘aproximación’ e ‘identificación’. Si falla alguna de ellas, entonces el concepto de relación se diluye. Aparece la ‘no relación’, que es la esencia de la ‘traición’.

En un primer momento la crisis de una relación se da en el ámbito de los intercambios. Si algo caracteriza a una relación es precisamente el juego de dar y recibir. Generalmente pensamos que la relación entre dos personas, cuando intercambian algo, es ‘incondicional’. De modo que lo que se recibe es igualmente algo que proviene de una entrega del otro. No hay límites a lo que dos intercambian cuando la relación es plena. Lo que ocurre es que la condición de un ‘intercambio incondicional’ puede llegar a ser utópica. Muchas veces lo que esperamos que nos dé el otro depende de lo que pensamos que hemos dado nosotros. A la inversa, lo que damos al otro depende de todo lo que sabemos que hemos recibido de él o de ella. Vale decir, la condición de incondicionalidad falla porque lo incondicional se revela como algo que no existe en sentido estricto. En todo caso, cuando se habla de ‘amor incondicional’, ‘amistad incondicional’, ‘respeto incondicional’, se habla de relaciones de intercambio en las cuales no se espera que el otro dé a cambio de lo que recibe, o que reciba a cambio de lo que se le da.

Los procesos de intercambio ‘incondicionales’ son procesos de ‘complementariedad’, son constantes, fluyen. Pero si decimos que no son realmente ‘incondicionales’, entonces lo que se descubre es que la otra espera algo a cambio de lo que se le da, que significa que si piensa o siente que no se le ha dado algo entonces no dará nada. Condicionar un intercambio se asocia a la idea de interés, mediación, utilización, del ser del otro. Si falla la ‘incondicionalidad’ lo que falla es el desinterés que ve a la persona como fin en sí misma. Y ahí la relación es una no relación. Se entiende que la idea de ‘no relación’ se refiere a la falla o fisura en el carácter incondicional de la relación. Luego, la relación como no relación es la carencia de un intercambio sin condiciones. Dado que todo intercambio suele estar condicionado, tenemos que pensar que las relaciones suelen ser interesadas. Por desgracia, si ese es el caso, es de esperar que la ‘relación’ se descubra como ‘no relación’, justo en el momento de la mentira, el maltrato, el olvido, que son manifestaciones de la traición. Esto no quiere decir que no haya intercambios incondicionales, desproporcionados, donde uno da más que otro, pero ni siquiera piensa en eso. Empero, en el juego de los intercambios suele suceder que lo incondicional fracase.

La segunda forma de no relación tiene que ver con el concepto de ‘aproximación’. No se trata de estar cerca. Ese ‘estar juntos’ que físicamente se vive como el peso de alguien que está todo el tiempo llamando por teléfono, enviando mensajes, apareciéndose en los espacios del otro. La idea de ‘aproximación’ se refiere más a la ‘coincidencia’ de dos personas que en el curso del tiempo crean una relación fuerte en la que estando lejos, respetando los tiempos del otro, cada uno sabe que en caso dado ‘cuenta con el otro’. Una de las ideas más socorridas, por no hablar de lugares comunes, se construye cuando se dice ‘sé que puedo contar contigo’, que no quiere decir sino el hecho vulgar de que uno cree que el otro irá si lo llamas, contestará si le marcas, y desde luego responderá el mensaje que le has enviado. Una aproximación de coincidencia es que sin pensarlo uno está para el otro, uno es por el otro, uno vive en función de lo que necesita el otro, sin necesidad de estar uno y otro asediándose.

El problema de la ‘no relación’ de aproximación se presenta cuando se espera esa respuesta, no de intercambio, sino de proximidad, y lo que ocurre es que el otro simplemente no está ahí. Llamas y no responde el teléfono. Envías mensajes y apenas contesta, y necesitas su presencia, pero te impone la ausencia. La ‘aproximación no coincidente’ es otra de las graves formas de traición.

Finalmente, la identidad o identificación sugiere que la relación para ser plena necesita que dos seres tengan elementos en común. Si sucede que hay un conjunto de cosas que los relacionan, justamente a partir de que sienten que se parecen, son similares, comparten cosmovisiones sobre la vida, tienen hábitos parecidos, al punto de llegar a decir que ‘tienen almas gemelas’, lo que resulta pasmoso es que uno de ellos rompa el encuadre de la identidad y produzca diferencias inesperadas. Uno sabe que ella suele ir al trabajo todos los días y que le avisa cuando sale por sus hijos a la escuela, y deja de golpe de hacerlo. O ella cuenta con que le mandas mensajes frecuentes de lo que lees y súbitamente dejas de hacerlo. Peor aún, son libres de vivir lo que hacen a través de una confianza plena en la comunicación que mantienen entre sí; sin embargo, de pronto uno de ellos rompe el patrón del sistema de creencias, se desvía de los hábitos de comportamiento, plantea una forma de ser que es absoluta diferencia en lugar de identidad. Esta es la tercera forma de la traición.


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