El divorcio se gesta antes de que los participantes se den cuenta de ello.
Está relacionado con las primeras relaciones familiares, en función de las cuales se elige pareja. Si éstas fueron difíciles, negativas o poco gratificantes así será la relación de pareja que se elige con estos parámetros inconscientes, y hasta que no llegue esta comprensión de motivaciones inconscientes, que se logra con una intervención terapéutica, la persona podrá comprender mejor el suceso. La elección de pareja está ligada a modelos de relación infantil con los progenitores. Esta primitiva imagen persiste en la búsqueda de algo diferente. Si el sujeto no tiene una identidad propia la modalidad se repetirá en la relación matrimonial. El divorcio es solo un intento por resolver conflictos que han salido a la luz por las exigencias del matrimonio como la relación con el otro, la llegada de los hijos, el esperar de la pareja algo que nunca se consigue.
Sin embargo, no todo es sombrío. La ayuda es posible. Los psicoterapeutas ayudamos a través de entender la historia de cada uno de los miembros de la pareja y la historia en común de ambos. Nuestra labor es entender esas motivaciones.
En toda separación existen ventajas que deben considerarse:
• El alejamiento de los hijos de un clima de inseguridad, hostilidad y destrucción. La distancia permite a todos los integrantes a ver este drama familiar desde otra perspectiva, quitarle la carga afectiva.
• Se evitan agresiones desplazadas por los padres hacia los hijos.
• La patología al menos de uno de los padres ya no alcanza tanto a los hijos. Por ejemplo alcoholismo, violencia, psicosis.
La separación de dos seres que inicialmente se han amado o vivido la ilusión de un amor creyendo encontrar en el otro el objeto infantil tan necesitado, es peor que la muerte física del compañero ya que en esta existe la seguridad del no retorno. La catástrofe amorosa repite traumas anteriores y ahonda heridas que están aparentemente curadas pero que se abren con facilidad.
En cuanto a la posibilidad de volverse a enamorar se tendrá que hacer un duelo por la persona perdida. Esto implica asistir a una psicoterapia para poder tener más conocimiento de qué se ha perdido. Es decir:
• Nuestros recuerdos y esperanzas ligadas a alguien que hemos perdido se repasan, y cada una de ellos es confrontado con el hecho de que la persona ya no está.
• Reconocer y reorganizar pensamientos e imágenes con el objeto de que se agoten a sí mismos y la persona elija la vida por encima de la muerte.
• En duelos patológicos o complicados, este proceso es detenido, debido primordialmente a la presencia de sentimientos poderosos de odio mezclado con nuestro amor.
• La barrera central para el trabajo de duelo es la mezcla de odio con amor. Cuanto más positivos sean nuestros sentimientos hacia la persona que hemos perdido, hundidos por los negativos, más difícil será separarnos. El odio, de hecho, es un fuerte lazo humano y todos sabemos por nuestras vidas diarias cómo el odio y la furia contra otra persona son difícilmente compatibles con la posibilidad de olvidarnos de ella.
Cuando a través de este proceso “acomodemos” todas estas vicisitudes, entonces estaremos listos para volver a enamorarnos y elegir a una persona que esté mucho menos ligada a nuestras necesidades infantiles.
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