A lo largo del ejercicio de la práctica clínica he observado: por lo menos 7 de cada 10 pacientes (niños o adolescentes) atendidos por mi son producto de “accidentes”, esto es... no fueron planeados. Los otros tres se pueden subdividir en: algunos fueron planeados y otros son el segundo o tercer hijo. Lo precedente nos lleva a cuestionarnos: ¿a qué obedecen éstos “accidentes”? ¿Tienen relación con la impulsividad y la pasión de un encuentro sexual? ¿Están directamente relacionados con la falta información y de educación en materia sexual? O quizá, este índice nos hable más de un deseo inconsciente de ser padres...
El ideal de una relación es que después del enamoramiento los integrantes se den a la tarea de conocerse, hablar de sus proyectos, sus inquietudes, sus creencias, ideales, metas y hasta de sus miedos más profundos, lo cual en teoría daría paso a la idea de casarse para formar una familia y a la par consolidarse como pareja. Pero ¿qué pasa cuando los planes se adelantan?
Convertirse en padre consiste en renunciar a ser el centro de atención de nuestros propios padres; consiste en haber superado la relación edípica que nos tenía enganchados de las figuras paternas, en un lugar infantil que no nos permite suplantar a nuestros progenitores y convertirnos, a la vez, en padres.
En otro artículo, expliqué el concepto de la parentalidad, representado en el proceso psicológico de convertirse en padre o en madre, lo cual supone un trabajo que cada quien realiza en su interior.
En este sentido, uno comienza a ser padre antes del nacimiento del hijo. Las parejas que pronto se convertirán en padres normalmente preparan la llegada del bebé durante meses. Cuando llega la hora de traer al nuevo miembro de la familia al hogar los padres ya han tomado clases, han leído artículos, libros y han equipado la recámara del bebé completamente. No obstante, a pesar de todos estos preparativos, el cuidar de un bebé resulta una experiencia que rebasa a los padres y desde ahí, la relación de pareja está destinada a cambiar.
La llegada de ese hijo implica un cambio porque dejan de ser dos. Lo ideal es cuidar ese espacio, para apoyarse mutuamente en sus nuevas funciones. Probablemente no dormirán lo suficiente durante los primeros meses de vida de su bebé; se darán cuenta de que tienen menos tiempo para trabajar, para ustedes en lo personal y menos tiempo para su pareja. En paralelo, un bebé también puede desatar sentimientos de celos, naturales cuando la estructura de una familia cambia de una forma tan decisiva.
Las madres tienen sus propios retos a enfrentar. El embarazo cambia temporalmente el cuerpo al que habían estado acostumbradas anteriormente, lo cual puede hacer sentir a una mujer menos atractiva a los ojos de su pareja. Algunas madres también encuentran difícil integrar la imagen de madre con la de una mujer sexualmente activa, es entonces cuando puede disminuir su interés en la intimidad. La depresión post parto, experimentada por algunas mujeres, es un estado que también afecta la relación.
Otro problema referente a la relación es: ambos se pueden dar cuenta de que tienen distintas perspectivas sobre cómo ser padres. Cuando los problemas no se tratan abiertamente, pueden surgir diferencias importantes, por ello, es necesario dedicar tiempo para la comunicación.
A menudo, lo único requerido para resolver una mala interpretación es intentar ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona.
Si algo nos molesta, debemos hacer el esfuerzo de comunicarlo a nuestra pareja, en el momento adecuado. Planear un momento para sentarse una vez que hayan acostado al bebé. Después de haber conversado sobre lo que les molesta, cooperen juntos para resolver los conflictos, creen soluciones que ambos puedan aceptar. Estén listos para negociar y llegar a un acuerdo.
Muchas parejas sucumben ante las crisis propias de la vida en pareja por no abordar temas que requieren de una comunicación profunda como es la llegada de un hijo.
Algunos tips que pueden ayudar para evitar o sortear estas situaciones son:
Por parte de la madre, una vez superada la depresión post parto, organizar tiempos, horarios y mejorar su estado de ánimo.
Entender que es una situación nueva para ambos, y ninguno debe cargar con más trabajo que el otro. Aquí el trabajo en equipo es fundamental para hacer más ligero el aumento de responsabilidades.
Involucrar a la pareja en los cuidados del bebé. Si pretendes ser la madre perfecta provocarás que tu pareja se aísle, se sienta solo e ignorado, esto puede despertar sentimientos de envidia o celos hacia el bebé.
Durante el embarazo, hay que hacer partícipe a la pareja de todos los acontecimientos, los preparativos, etcétera. Muchos hombres siguen atorados en paradigmas del pasado y no se involucran, pero se les puede enseñar y persuadir.
Es muy importante encontrar un momento al día para dedicar a la pareja, y de este modo mantener un poco las cosas como eran antes. Por ejemplo, hoy en día ya existen cines que tienen salas exclusivas para mamás.
No usar al niño como excusa para no salir de casa, o tener intimidad, con los años esta situación se vuelve irreversible y cuesta mucho recuperar un tiempo precioso de pareja a solas. Siempre habrá familiares cercanos que disfruten de cuidar a su bebé mientras ustedes se dan un pequeño break.
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