La naturaleza del amor es compleja. Se trata de un sentimiento expresado por todos pero difícil de describir. Más difícil aún si ese amor nos impulsa a ciertas inclinaciones; cuando se torna en odio, un sentimiento más severo, muy puntiagudo… dirige sus saberes hacia quien amamos y algunos aspectos muy claros, pero indeseables, de su personalidad.
Este tipo de relaciones ocurren comúnmente si una pareja ha perdido su capacidad de intimar. La intimidad es un poderoso mecanismo que nos permite entrar en comunión con nuestra pareja. Perdida esta capacidad en la relación, el odio comienza por ser un canal para comunicarse con la otra persona, un canal poco deseable pero que lleva una utilidad al principio y eventualmente puede externar de una manera explosiva nuestros sentimientos y frustraciones.
¿Qué ocurre si llevamos esa animadversión a niveles más explosivos cada vez? Bien se dice que el odio destruye a quien odia y en ocasiones al odiado, eso ocurre siempre que se llega a la violencia.
La violencia es una emoción que desencadenada no provoca tranquilidad sino todo lo contrario, y es que el amor es un valor y un sentimiento a la vez. Es un valor, pues socialmente lo vemos como algo aceptado, deseado y bueno para quien lo siente. En esa medida se convierte en una opción moral, el ser moral exige cuidados y respeto en la proporción en que se otorga.
Cuando sentimos nuestro amor traicionado, la pareja se convierte en un ser negativo. En general no hay amor incondicional, se trata más bien de un amor dado bajo condiciones: “te amaré sólo en la medida en que seas lo que quiero que seas o en la medida en que te apegues al ideal de amor que tengo”. Y aunque sabemos que no hay persona perfecta, reprochamos fuertemente los errores. Hacemos del amor una virtud, la cual creemos merecer y del odio una herramienta para hacer ver al otro en su humana dimensión, ensalzando todos sus aspectos desagradables, cuando tal vez debiera ser un poco diferente, un poco al revés.
En cuanto a la violencia dentro de la pareja, ésta se encuentra regulada por el Código Penal para el Distrito Federal, bajo el título de “Delitos Contra el Derecho de los Integrantes de la Familia a Vivir una Vida Libre de Violencia”. Este establece que la violencia intrafamiliar es cualquier acción u omisión que ejerza violencia física, psicoemocional, sexual, económica, patrimonial o contra los derechos reproductivos, que tenga lugar dentro o fuera del domicilio conyugal, en contra de la pareja, cualquiera que sea su perfil legal, como cónyuge, concubino… aun cuando ya no exista ese vínculo, es decir los ex.
Aunque tratamos de analizar únicamente el aspecto de la pareja violenta, es importante resaltar que también se considera delito a estos tipos de violencia cuando se comenten en contra de pariente consanguíneo, adoptante o adoptado, el incapaz sobre quien se es tutor, la persona con la que se vive en sociedad en convivencia, y por supuesto en contra de los menores de edad, quienes padecen de alguna incapacidad física o los mayores de sesenta años.
La violencia física consiste en cualquier ataque físico o con armas, en contra de otro miembro de la familia, la psicoemocional consiste en acciones u omisiones como prohibiciones, coacciones, condicionamientos, intimidaciones, insultos, amenazas, celotipia, desdén, indiferencia, descuido reiterado, chantaje o humillaciones, comparaciones destructivas, abandono o actitudes devaluatorias, que provoquen falta de auto conocimiento y baja autoestima.
Se encuentran también la violencia patrimonial, esta consiste en acciones u omisiones dañinas de los bienes de un miembro de la familia, perturbadoras de la posesión o propiedad de un inmueble, que sustraen, destruyen o desaparecen objetos, documentos personales, bienes o valores, derechos patrimoniales o recursos económicos.
Una de las más graves es la violencia sexual, identificada por las acciones u omisiones que ponen en riesgo o lesionan la libertad, seguridad, integridad y desarrollo psicosexual de cualquier persona.
Se encuentran también la violencia económica y la violencia contra los derechos reproductivos que por razón de espacio dejaremos para otro momento. Queda agregar: la violencia es un evento, el cual exige extrema honestidad en la víctimapara reconocerse en un caso de abuso de cualquier forma y valentía para denunciar.
Una razón para hacerlo nace de considerar que una pareja es el modelo a seguir para los más pequeños, sean hijos o no. Si de una relación de amor-odio se ha llegado a la violencia es importante hacer un alto. Las relaciones de amor odio externan sentimientos encontrados; son una válvula de escape… pero la violencia no, pues se torna en un laberinto sin salida.
En 2012, el Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito, nos hace reflexionar en un criterio a propósito de la importancia de la familia, estableciendo que ésta es un grupo de personas unidas por parentesco, matrimonio o concubinato, pero que son la célula fundamental de la sociedad y es el ámbito natural de convivencia, propicio para el entendimiento, comunicación y desarrollo de los valores necesarios en la formación y perfeccionamiento de la persona y de la sociedad; regularmente esta nace de la unión de dos adultos, pero sin importar su estructura, es importante recordar que nunca es tarde para cambiar los patrones de violencia, en nuestra persona, familia o sociedad.
Existen instituciones, leyes, instancias públicas y privadas donde podemos ayudar a quienes padecen o han padecido alguna injusta violencia. Si crees estar en ese caso, búscanos en infidelidad.com.mx o en whitakerméxico.com.
¡Hasta la próxima edición!
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