El rol de las mujeres en la sociedad y el trato que han heredado a lo largo de la historia en un mundo “dominado” por los hombres, ha sido objeto de mucho debate y análisis en las últimas décadas, incluso dio la pauta para el surgimiento del movimiento feminista el cual le ha dado una nueva perspectiva y dirección al tema.
Dicha corriente ideológica como se sabe pugnó por una igualdad de los derechos de las mujeres con los de los hombres y los cambios que se han alcanzado a través de este tipo de movimientos ha tenido un impacto significativo tanto en la pareja como en la sociedad, es decir, el rol masculino y femenino se han moldeado significativamente de tal forma que las conductas, las percepciones e ideologías hoy, afortunadamente son más evolucionadas.
La mujer se ha dado a la tarea de cambiar su papel teniendo una actitud distinta, por ejemplo, ante la sexualidad se muestra más abierta para buscar su placer, por lo que ahora ella puede tomar la iniciativa y buscar sexualmente al hombre, lo que a éste lo pone ante la conflictiva de siempre responder y con eficacia. También es libre de elegir un estilo de vida diferente al de su madre o su abuela al tener acceso a estudios de licenciatura, de maestría y hasta doctorado; puede optar por poder elegir combinar su lado personal con el profesional ejerciendo su profesión en el mercado laboral, dinámica que en otro momento era algo restringido o muy cuestionable y motivo de críticas y prejuicios por considerarlas osadas e irreverentes.
Ahora bien, los privilegios sociales que tiene (o tenía) el hombre, tienen un alto costo, por lo que necesita portarse a la altura del rol que desempeña. No olvidemos que a los niños desde pequeños se les pide que sean fuertes, que no lloren, que defiendan y protejan a las mujeres, que tengan de adultos relaciones sexuales con muchas mujeres y ¡oh sorpresa! el resultado es que muchos hombres no pueden expresar sus sentimientos, ni buscar apoyo entre los demás por considerar que la dependencia es una característica femenina, su deseo por establecer lazos emocionales profundos y sus afectos tienen que ser reprimidos para salvar su imagen de masculinidad, lo que abre la puerta para que surja el machismo en toda su extensión, entre otras cosas.
Siguiendo ésta línea con todos estos cambios y sus respectivas evoluciones generacionales en los valores y la pareja, muchos hombres (no todos) se sienten de alguna manera confundidos, quizá afectados por no tener claridad en su nuevo rol y su manera de interactuar con el sexo opuesto y algo similar le ocurre a las mujeres porque es difícil dejar atrás valores que les inculcaron y adaptarse a unos nuevos que en la práctica no es tan sencillo llevarlos a cabo.
De lo precedente, la pregunta que me gustaría hacerte a ti lector(a) es la siguiente: ¿El sentido que le das a tu vida y la manera en que te relacionas con tu pareja, realmente tiene que ver con un deseo tuyo? o ¿crees que esté determinado por tu entorno familiar y cultural en el que creciste y fuiste educado?
Te lo pregunto porque hoy día es frecuente ver como muchos matrimonios jóvenes truenan al no lograr empatar o aterrizar una nueva vida en pareja en donde ideas modernas y evolucionadas desde el pensamiento se ven impactadas en la práctica por paradigmas transmitidos de manera inconsciente por nuestros padres y abuelos.
En la época de nuestros ancestros, cazar era una actividad peligrosa y las mujeres de las tribus primitivas eran demasiado valiosas para fines reproductivos como para ponerlas en riesgo durante la caza, a medida que fue mejorando la eficiencia de los cazadores humanos, empezó a cambiar su personalidad, se fue haciendo cada vez más distinto de la mujer tanto en perspectiva mental como en constitución física. La importante división del trabajo que evolucionó en las tribus primitivas no creó un género dominante y uno sometido, sino que ambos géneros dependían inevitablemente uno del otro y tenían el mismo valor.
Al final del día tanto el hombre como la mujer han constituido un equipo perfecto siendo distintos, pero iguales en importancia. La idea de la equidad sexual es, por sí misma, enriquecedora para las nuevas generaciones, pero no depende de que los hombres y las mujeres sean lo mismo.
Si buscas en tu interior y eres objetivo te darás cuenta de que en realidad no existe una lucha entre géneros.
*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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