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Roberto Stevenson

Los hijos que nos nacen...



“Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor”.

Al principio no había nadie más, solamente nosotros dos. Después de casi dos años había indicaciones, la prueba volvió positiva, ¡qué gran gozo! Poco después nuestro bebe llegó, llegó sano gracias a Dios y también llegó hambriento de alimento y de atención. Nos interesaba todo lo que hacía. Él era el centro de atención de todo.

Yo sabía que al casarme a los 34 años de edad iba a tener que hacer algunos ajustes en mí acostumbrado estilo de vida. Eso es normal, pero cuando llegan los hijos todo cambia radicalmente. Tenemos que subordinar nuestros intereses personales por el nuevo miembro de la familia, alegremente dejamos a un lado el egoísmo, morimos al “yo”.

Todos tenemos 168 horas a la semana; ¿Cuántas de esas dedicamos a nuestros hijos? Desafortunadamente, en nuestra sociedad la constelación familiar se ha ido perdiendo y cada vez incluye menos miembros satelitales; hemos dejado a un lado la importancia que tienen los abuelos, los tíos, los primos en apoyar a los nuevos papas. Sí, los hijos son una gran bendición, pero también un gran compromiso. Sin duda, la familia está bajo ataque hoy en día como nunca antes y no hay respuestas fáciles, pero si reconocemos a Dios como padre amoroso que se interesa en nuestros hijos y aceptamos la Biblia como la verdad hay esperanza para nuestra familia.

Aparte de las necesidades fisiológicas de cada ser humano, la Palabra de Dios habla de algunas cosas que debemos dar a nuestros hijos. Algo muy importante es el amor incondicional. El niño tiene que saber que es amado. El amor no es amor hasta que sea expresado por palabras, acciones y actitudes; la pregunta no es ¿amas a tus hijos? sino ¿saben tus hijos que les amas?

Sobre todo, hay que enseñar a nuestros hijos acerca de un Dios creador y su propósito para sus vidas. No estoy de acuerdo con la idea de que los padres no deben inculcar a ninguna creencia a sus hijos con el fin de que ellos decidirán después. ¡No! Dios dice claramente, “Por tanto pondréis esas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma (primero los papas tienen que tener conocimiento del Padre Celestial, como dice el dicho “no puedes dar lo que no tienes”) y luego las enseñaréis a vuestros hijos hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”. Definitivamente, se cumplirá la promesa “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de Él”. Recuerda que los niños aprenden más rápido por el ejemplo que por las palabras. Así que en cuanto a Dios y a los valores como respeto, gratitud y honestidad, ponlos en práctica y también todo aquello que quieres transmitirles a tus hijos. Lecciones profundas durante los años de desarrollo se enseñan con cosas sencillas.

Te dejo una palabra profética para tú familia “Serán nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, y nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio”. “Y todos tus hijos serán enseñados por el Señor y se multiplicará la paz de tus hijos”. Que así sea.


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