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Manuel Hernández

Mi relación con tu hijos.



En esta vida hay dos decisiones que nos determinan en gran medida: la elección de carrera o profesión y la elección de pareja. Incluso hay una frase para apoyar esta idea de una forma muy interesante:

“Cada quien, de acuerdo a su patología, elige su carrera y su pareja”

La frase anterior tiene muchas aristas desde las cuales podríamos interpretar su sentido o su trasfondo. No podemos perder de vista que, de entrada, uno elige a la persona con quien quiere hacer una vida en pareja desde “el inconsciente”; aquella área donde se encuentran nuestros temores más grandes, nuestras necesidades egoístas, los motivos violentos que nos llevan a actuar de manera “incomprensible”; también se encuentran deseos sexuales inaceptables y experiencias dolorosas.

Con todo este contenido el inconsciente dirige nuestras vidas. ¡Aguas! Porque tú crees estar enamorado de la persona por su físico, por su forma de tratarte u otros motivos sólo conocidos por ti… pero ahí está el autoengaño: crees conocer los “porqué” de la relación en la cual te encuentras.

Lo mejor es tener en cuenta 3 aspectos clave:

1. En la medida de lo posible, te conviene conocer y aprender de ti; tus aspectos más profundos. Esto lo puedes lograr a través de un proceso psicoterapéutico completo.

2. Por más intrépido que seas, no cometas el error de casarte enamorado; en esos momentos te encuentras en un estado “breve psicótico”, dicho en otras palabras: estas fuera de la realidad y no ves a la persona como es en realidad. Sólo ves aquello que tus carencias y necesidades más grandes te llevan observar.

3. Comprende: la mejor elección de pareja es cuando tomas como base el amor maduro y el deseo de estar con una persona, con quien tienes objetivos y sueños en común. Es cuando tienes a alguien para poder compartir todo tiempo de experiencias, sentimientos y situaciones. Alguien que te ofrece atención, empatía, respeto, cariño, tolerancia y amor.

Si lo precedente es por sí mismo complejo, no te quiero contar cómo se ponen las cosas cuando te vinculas sentimentalmente con alguien que tiene uno o varios hijos.

Esto no es para asustarte, ni ayudarte a salir corriendo si estás en una situación así, ¡es todo lo contrario! Justo porque no sólo está en juego tu estabilidad emocional o tus sentimientos, sino los de tu pareja y su hijo o hijos, es que cobra mayor relevancia el tomar una decisión con madurez y claridad.

Ahora, respecto a esta nueva construcción de familias y los lazos afectivos generados dentro de ellas:

En mi experiencia, la base de una relación así está en el hecho de tener la certeza y la convicción de que, al integrar en tu vida a tu pareja, estás también integrando a su hijo. Esto implica convertirte en padre emocional, es decir, tener el compromiso de participar en la educación o formación de sus hijos.

Al planear una vida con alguien más, lo ideal es poner sobre la mesa diversos temas concernientes a la pareja, en términos de valores o acuerdos predominantes en la relación: el manejo del dinero, las responsabilidades y tareas del hogar, la sexualidad, los hijos que desean tener y un largo etc… pero también se debe abordar el cómo te puedes integrar a la vida de su hijo, ya que no es tarea fácil. Esto depende de la edad, del momento en el que llegas a la vida, de tu pareja, de la forma de educar a su hijo y otro largo etc.

Si ambos están decididos a formar una familia, tendrán que trabajar muy duro en los puntos antes mencionados. Por ejemplo, en el caso de nosotros los varones, tenemos la tarea de hacer el rol de figura paterna (aun cuando el niño tenga a su propio padre). Dicha función involucra el establecer límites con amor, poner reglas, ser una figura de autoridad para orientar, instruir, retroalimentar y educar.

El cumplimiento de esta función debe tener como parte fundamental el apoyo de tu pareja para la funcionalidad de esta nueva relación, por eso debe estar muy bien acordado todo tipo y alcance de intervención.

Hoy en día, una de las carencias más grandes en las familias es la falta de padres que sepan ejercer un rol de autoridad, alternado con la capacidad de contener y encauzar las emociones de sus hijos. Muchos se encuentran perdidos en las nuevas formas de practicar los roles en la pareja; en segundo plano está el no saber cómo educar o confundir la propia historia con la del nuevo ser en formación; un tercer punto, aún más esperable es el no saber cómo establecer límites y reglas con los hijos; el último punto es la dificultad para establecer un vínculo afectivo genuino y cercano con los hijos, hecho con lamentable frecuencia en las familias mexicanas.

A manera de conclusión, me gustaría darte un consejo: si tienes la valiosa oportunidad de integrarte a la vida de una persona que ya tiene hijos… ¡éntrale al cien! ¡Comprométete! No sólo con tu pareja sino con su hijo, quién probablemente este ávido de contar con una figura paterna, quien le brinde amor, comprensión, apoyo o soporte emocional ante situaciones adversas. Más enriquecedor aún, probablemente descubras un mar de cosas para aportar a su vida a través enseñanzas y consejos. Si decides llegar a tener hijos con tu pareja, no hagas distinciones de ningún tipo.

Recuerda que un padre no es quien engendra, es quien educa, acompaña, forma y tiene la capacidad de generar un vínculo afectivo.


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