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Omnipresencia e infidelidad.



Es innegable que los medios de comunicación han facilitado e impulsado el desarrollo de la humanidad. En principio, nuestra comunicación gesticular, luego verbal y después escrita, siempre ha propiciado una transmisión de experiencias que conforme hemos avanzado se han sofisticado y acumulado, para aumentar nuestros conocimientos y elementos, con los cuales podemos razonar y llegar a conclusiones más acertadas.

La información sobre hechos o acontecimientos nos prepara para enfrentarlos tarde o temprano. La comunicación acerca a los individuos de la misma especie y advierte de forma básica sobre los peligros, fuentes de alimento o permite cortejar al sexo opuesto. La comunicación nos permite relacionarnos y entendernos.

Los procesos de transmisión de información, durante muchos años, fueron raquíticos, lentos y poco claros, sin embargo, hoy día hemos logrado un contacto claro, inmediato y muy preciso. La telefonía celular y el internet han permitido un enorme avance en nuestras comunicaciones prácticamente ilimitada.

En los últimos 20 años, la organización social y la interacción de las personas se están viendo modificadas de manera sustancial. Un ser humano puede estar prácticamente en cualquier lugar en un instante; su voz, su imagen, su pensamiento, su conocimiento y su sentir. Este maremágnum supera por mucho nuestra comprensión real de las consecuencias sociales que esto representa.

En cuanto a las relaciones, la tecnología, ha dado cabida a interactuar no únicamente con nuestros vecinos o familia, sino con cientos de personas en todo el orbe; nos ha ampliado nuestro rango de acción enormemente.

Se pueden buscar amistades en cualquier continente, país, ciudad o poblado; agrupados por ideología, religión, pasatiempos, tendencias, géneros, preferencias sexuales, etcétera.

En un instante uno puede estar tanto en España como en Groenlandia, así como en Venezuela o París y tener la posibilidad de interactuar con los habitantes de esas regiones, igualmente se puede experimentar, encontrar a novios, ex amantes o amistades de la infancia; se puede indagar sobre sus vidas y sus logros y las personas se pueden ilusionar o enamorar sin haber tenido contacto físico.

Esta omnipresencia le da a la humanidad la posibilidad y la esperanza de encontrar a la persona idealizada para formar una pareja y a los individuos que ya se encuentran comprometidas o en alguna relación desgastada, tener un manojo interminable de alternativas con las cuales pretenden rehacer sus vidas.

Estas facilidades hacen tambalear a las instituciones tradicionales como la familia, el matrimonio y las tan odiadas y desconocidas obligaciones y responsabilidades que de estas se derivan. Prácticamente todas las consultas sobre infidelidad, tienen su origen o alguna relación con el uso de celulares, mensajes, whatsapp, correos electrónicos, páginas de internet, Twitter, Facebook y Skype de sus parejas. Es común que el intercambio constante de comentarios, experiencias o ilusiones con otras personas diferentes a la pareja por estos medios, los hace cada vez más vulnerables a compartir un sentimiento y encontrar individuos más interesantes, con mayor afinidad o diferentes características.

Las relaciones con problemas de comunicación o de tiempo para integrarse, conocerse y fortalecerse, son las que se encuentran a merced de las tentaciones que emanan de estos medios tecnológicos de comunicación.

Es discutible si éstas posibilidades y contactos “no físicos” pueden considerarse como infidelidad, lo que sí constituye un verdadero fenómeno es que definitivamente está “alejando a los cercanos y acercando a los lejanos”.


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