¿Qué nuera no aborrece a su suegra (…)? Habiendo tan pocas excepciones (…) de nueras afectuosas con sus suegras como una Ruth amorosa con su suegra Noemí. Carta atenagórica Sor Juana Inés de la Cruz
Cuando una pareja toma la decisión de compartir su proyecto de vida, a través del matrimonio o sin contrato de por medio, cada uno tiende a pensar en las cualidades y defectos de la pareja; en los detalles de la casa; las celebraciones del hecho… omitiendo hablar de la relación con la familia política, o se toma como secundario o implícito. Muchas veces esa minimización hace olvidar que el paquete nupcial incluye: las y los suegros, cuñadas, tíos, primos y toda la parentela.
Para poner un ejemplo, usaré la diada suegra-nuera, por la gran cantidad de mitos o verdades no siempre demostradas, que tienden a distorsionar y hasta exagerar la realidad respecto a esta relación; expuesta a lo largo del tiempo en múltiples expresiones entre otras: novelas, bromas, refranes… la mayoría de ellos agresivos. Entre los más ligeros “las suegras ni de chocolate”. El tema hace las delicias de comediantes y todo aquel que cuente chistes sin mucha imaginación. Todo tiende a plantear que entre más lejos de ellas, mejor.
Hay estudios que argumentan lo mala que puede ser la relación suegra y nuera, sobre todo el marido está ausente (aunque ahí viva), si es un tanto lejano de la relación familiar, esto puede darse en el caso de que sea el único hijo hombre, el primogénito o que la madre se apoye económica o emocionalmente en él. (*)
Por otra parte, muchas mujeres, lo declaren o no, en realidad ven al hijo varón como “una inversión social y como tal tiene que producir la seguridad de la madre para el resto de sus días” (Palma; 1988: 110 citado en Fernández; 2002: 102), tal expectativa se rompe con la llegada de la nuera. En este contexto la suegra puede mirar a la nuera como una intrusa que le “roba” el cariño de su hijo, dado que efectivamente cambia la relación establecida con él desde que nació y en la nueva situación tendrá que compartir al hijo y reconocer que no es de su propiedad.
Está claro que las madres no pierden el amor del hijo; pero él dividirá su atención y tiempo entre la familia de origen y la que está construyendo. Quien tiene la tarea de hacer los razonamientos pertinentes y marcar los límites de forma asertiva (esto es, sin agresividad), es el hijo, entre más pronto lo haga evitará que las confusiones y malos entendidos generen conflictos mayores. Todo esto poniendo en el centro la relación de pareja y construyendo su propio espacio con sus normas, celebraciones y formas consensuadas por ambos; hagan saber a las familias y logren que las reconozcan y respeten. Aún con estos antecedentes si miramos en nuestro entorno próximo, podremos observar que hay suegras y nueras que comparten intereses y a veces pueden hacer actividades juntas y hasta construir alianzas y emprender distintos proyectos, ya nos lo contaba Sor Juana Inés de la Cruz al inicio de este artículo.
Entonces, vale la pena recordar que grupo es sinónimo de conflicto y las familias al constituirse como grupo primario no están exentas de esta situación. Así que, en un afán de limitar los conflictos, conviene pensar dos veces antes de emitir un juicio, crítica o señalamiento tales como: “en mi familia acostumbramos…” o comentarios similares que sean recibidos como reprobaciones o denoten falta de empatía respecto a las costumbres, dejando entrever que las tradiciones o hábitos propios son mejores, o decir algo que sugiera que una familia es superior a la otra.
Esto sería una situación extrema que puede presentarse. De ahí la conveniencia de reconocer y aceptar a las familias con sus diferencias y que actúan bajo otros cánones, lo cual puede causar extrañeza, pero también aprendizajes.
La relación familiar implica a todos sus integrantes, por tanto, la pareja no puede aislarse de esta dinámica y tampoco las suegras y suegros pueden comportase como si hijas/hijos, ahora nueras o yernos fueran de su propiedad. Se trata de un parentesco donde el amor tiene que prevalecer y orientar al grupo a la condescendencia con el otro/otra, por el bien del conjunto.
El acoplamiento con la familia política, aunque no resulte fácil en muchas ocasiones, importa tener presente que es el grupo primario de la persona amada y por ella hacer el esfuerzo de no transgredir las normas establecidas desde el principio, sino irlas descubriendo; puede llegar el momento en que te gusten más que las propias. Habría que aventurarse a probar y no quedarse en la rutina y espacio de confort, salir de ello cuesta, pero a veces se consigue llegar al convencimiento de la validez de otras ideas y hasta otras costumbres, ¿Por qué no probar en este mes de buenos propósitos, hacer cambios a la vida cotidiana? Habría que mirarles con otros ojos, los de la felicidad y la prosperidad que tanto se repite en estas fechas. Es necesario reconocer que el paquete incluía a toda la familia ¿Por qué no atreverse a transformar las relaciones con ellos? Quizá hasta surjan amistades verdaderas.
Referencias:
Sor Juana Inés de la Cruz Carta atenagórica y Respuesta a sor Filotea. LK Linkgua https://books.google.com.mx/books?isbn=8498165687
(*) Recomiendo un texto excelente que trata este tema, de la psicoanalista Christiane Olivier Olivier, Christiane (1992). Los hijos de Yocasta. La huella de la madre. Fondo de Cultura Económica. México.
Fernández Poncela, Anna (2002). Estereotipos y roles de género en el refranero popular. Charlatanas, mentirosas, malvadas y peligrosas. Proveedores, maltratadores, machos y cornudos. Anthropos Editorial. Barcelona.
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