Cuando pensamos en comunicación parece fácil establecer que para que se de este asunto de la transmisión, se requiere de un emisor, un receptor y evidentemente un canal adecuado para que se emita el mensaje que se intenta transmitir. No sólo estamos hablando de la comunicación verbal, que se refiere al uso de las palabras y del lenguaje, sino también me gustaría referirme a la no verbal.
Es decir, a todos aquellos elementos que sin palabras nos permiten expresar sentimientos, ideas, prejuicios, mitos, secretos, miedos y deseos que comunicamos en una infinidad de maneras con el uso natural de nuestro cuerpo y nuestros sentidos. Además, lo hacemos generalmente de forma poco consciente y el mensaje también es recibido por los seres que viven cerca de uno, de igual forma, poco consciente. Así, es fácil entender como los hijos pueden saber que desean o piensan sus padres sólo por la forma en que los miran o las caras que les hacen, la postura que alguien tiene frente a otra persona, o inclusive el tono de voz que se utiliza en una conversación que muchas veces expresa más que las mismas palabras.
La comunicación es una habilidad que poco se enseña, más bien, corresponde a un aprendizaje cotidiano, a esa parte de la cultura natural infantil y familiar, y al estilo que cada grupo tiene en la solución de conflictos, dirección de roles y estilo de liderazgo.
A veces parece que estar bien con otra persona está en función de la calidad con que nos podamos comunicar con ella. Ya sea con la comunicación tanto verbal como no verbal.
Cuando estamos en el terreno de la pareja amorosa, la comunicación afectiva es importante. La expresión del cuerpo en la cercanía o la distancia que cada participante requiere, dice mucho. Y nos queda claro que no es fácil hablar de esto.
El espacio vital de cada quien, requiere atención y respeto, así como el seguimiento de las reglas para estar en concordancia con lo que los dos quieren.
Hay un espacio de cada uno, dos es un total, hay un tercer espacio donde se juntan los deseos, ilusiones y miedos de los dos, a esto lo llamamos espacio intersubjetivo. Es la zona donde los aspectos comunes y ajenos se reúnen, donde aparece lo “nuestro”.
Es la zona de conflicto, porque se juntan los mundos infantiles y las frustraciones de ambos sin que verdaderamente se puedan hablar, porque se sabe poco de ese espacio y es por eso que mencioné sobre los aspectos inconscientes de la comunicación.
Tener pareja es difícil, y mantenerla cercana y contenta lo es de igual forma. Comunicarse es importantísimo, pero no siempre se pude expresar verbalmente todo. No porque no se quiera sino porque no se conoce todo lo que uno siente, desea, piensa y sueña.
Hay quienes desearían saber todo y hay quienes se sienten más cómodos dejando un espacio propio para si. Es una controversia. ¿Qué se dice y que no se le dice a la pareja?, ¿es verdad que los que dicen todo son más felices? o ¿están mejor los que dicen casi todo? ¿Y qué se hace con las cosas que no queremos expresar porque nos dan vergüenza? ó ¿las que nos dan miedo?
Lo importante es encontrar donde tú y tu pareja están cómodos, no hay una sola forma de hacer las cosas, cada pareja, cada persona tendrá diferentes puntos de referencia en la expresión de sus necesidades y eso es lo que hay que respetar.
¿Qué pasa cuando nos acercamos a la zona de los secretos? ¿Es también necesario que se expresen o bien, silenciarlos?
Cuando me entrené como terapeuta de pareja encontraba colegas que decían que no trabajaban con las parejas si no se decían ellos todos sus secretos, otros considerábamos que sólo valía la pena decir aquello que ayudara a mejorar la situación, no sólo hablar por sanear culpas y sacar secretos. Entonces en esta disyuntiva te dejo pensando, como usar la comunicación para el bienestar de la pareja es un asunto variado, mírate a ti y cuídate cuidando a tu pareja.
*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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