Sadomasoquismo es un acrónimo de los términos sadismo y masoquismo, los cuales proceden de nombres propios como el Marqués de Sade, y Leopold von Sacher-Masoch, ambos escritores europeos. Probablemente ignorantes de todas las responsabilidades a las que se les pondrían sus nombres.
El Marqués de Sade. Dicen las buenas lenguas, era un hombre no muy guapo, rico, y muy divertido que gozaba de la maravilla más grande de la naturaleza: “La Mujer”, pero no la usaba, la gozaba y la hacía feliz, la amaba con pasión, jamás mató o hirió a mujer alguna documentada. Escribía fuerte aún para los tiempos actuales. Amaba no a una, a muchas mujeres, no como número, como concepto, y ellas, se enamoraban de él. El problema se dio cuando lo enjaulaban. Añoraba la libertad, para ejemplo leamos sobre su añoranza de un matrimonio por amor:
“Los días, que en un matrimonio por conveniencia sólo traen consigo espinas, hubieran dejado que se abrieran rosas de primavera. Cómo hubiese recogido esos días que ahora aborrezco. De la mano de la felicidad se hubieran desvanecido demasiado deprisa. Los años más largos de mi vida no tendrían suficiente para ponderar mi amor. En veneración continua me arrodillaría a los pies de mi mujer y las cadenas de la obligación, siempre recubiertas de amor, habrían significado para mi corazón arrebatado sólo grados de felicidad. ¡Vana ilusión! ¡Sueño demasiado sublime! Carta del Marqués de Sade”.
Y en jaula vivió buena parte de su vida: matrimonio, prisión y manicomio. La madre de Réene su esposa (que lo amaba), lo persiguió y encarceló múltiples veces hasta lograr que lo ejecutaran un 12 de septiembre, por lo que recién fue su aniversario luctuoso. Siempre he dicho: Hay dos tipos de suegras buenas: 1. La muerta (sin duda la mejor y más consiente), y 2. La que vive del otro lado de tu mundo). Perdonen ustedes, siempre me he declarado “fan”, y este artículo ya parece biografía de Sade. Sin embargo, Leopold von Sacher-Masoch, a su lado era “una inocente paloma”. Sólo escribía fuerte, y vivía tranquilo, murió de un infarto “sedentario”.
Ahora entrando al tema que nos compete, usar el acrónimo de ser sadomasoquista es más como un proceso dinámico que un adjetivo. Los “sadistas” obtienen placer al propiciar dolor, y los masoquistas disfrutan el dolor inflingido, pero esto no se aplica sólo al sexo, también aplica, y quizá más, a la personalidad, al comportamiento y su manipulación, y ahora lo relacionaré con la pareja y la Infidelidad. No aplicado al sexo.
Somos todos en este contexto sadomasoquistas, y paradójicamente todo va bien mientras se mantenga esto en equilibrio. En palabras diferentes para ilustrar diría: sado-masoquista = victimario-víctima. Entonces ya claros, podemos decir que en la vida jugamos un roll de víctima-victimario y viceversa continuamente. Todo está bien mientras juguemos ambos papeles, el problema es cuando tomamos uno o el otro de manera obsesiva y lo hacemos “modus vivendi”.
Veamos: Un hombre que es “víctima” de sus compañeras en la secundaria, después en la universidad se vuelve su “victimario”. Común hasta ahí (lean el artículo el juego del poder en la pareja en infidelidad.com.mx de marzo). El problema empieza cuando ese muchacho de la secundaria es “víctima” de las mujeres toda su vida. O el universitario que se queda para siempre “victimizando” (macho mexicano) al sexo femenino con el que se relaciona.
Nuestra sacrosanta mujer de las generaciones anteriores y algunas de ahora, digamos de los 50´s hacia atrás, parejas de esposos golpeadores, borrachos, mujeriegos, machos que las “victimizaban” y “victimizan” pues esa generación está viva y fiel a sus costumbres.
El hombre mandaba en todo, insultaba cuando “era necesario”, golpea duro, con la mano, el pie o con la hiriente palabra y actitud, que es aún peor que lo físico. La mujer se queda con él, como dije antes, como perro de rancho, aunque lo patees regresa y se hecha mansamente a tus pies, jamás te muerde. Cuando muere, o se aleja su pareja entonces se hace víctima de sus hijos, de su familia de origen, de los vecinos, de las enfermedades inexistentes, en fin de todos y de todo, para mantener su “estatus” de víctima y así durante toda su vida esgrimir el discurso: “Casi no me pega, sólo cuando lo hago enojar”, “Así son los hombres”, “Hijos ingratos”, “La gente es mala”, “Siempre fue el consentido de mis padres”, etc., etc.
Cuando la mujer adopta el roll permanentemente de victimaria, frecuentemente en los tiempos modernos, hacen pareja con un hombre que no quiere ser macho, que no quiere ser como su padre, que esgrime la espada de la libertad, el libre pensamiento y acción de la mujer, entonces esta saca las espuelas y el fuete y lo fustiga.
¿Qué pasa entonces?, ¿qué nos pasa?, ¿somos masoquistas? Lamentablemente, y lo digo así por el final de las historias, la pareja se mete en el papel de víctima permanente o de victimario permanente y no dinámico como debería de ser, y desperdicia su vida. Amig@s (uso @ como una licencia literaria para incluirlos a ellos y a ellas, se ve una o y una a en la @) que nos leen, “la vida dura poco hay que vivirla intensamente y feliz”.
*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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