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Sospechan una infidelidad.


La velocidad con que se dan los cambios tecnológicos, deja siempre a los individuos sufriendo una constante desactualización, más aún a aquellos que no crecieron con internet, computadoras, celulares, etcétera. Ese desfase sobre todo en el manejo de los medios de comunicación actuales, ha hecho que en infinidad de ocasiones no se tenga el cuidado o el conocimiento para eliminar u ocultar las conversaciones.

Es muy común que con los hijos se compartan las computadoras y otros dispositivos de comunicación y por accidente encuentren los mensajes o mails donde alguno de sus padres tiene contacto con un amig@ cariños@ o amante.

Otro tema, es cuando los hijos que conocen regularmente las actitudes de los padres, detectan con relativa facilidad los cambios que éstos tienen, intrigándose e indagando de manera curiosa sobre estos hechos. Después de horas, días o semanas de hurgar, se descubre finalmente una posible infidelidad, las reacciones de los hijos pueden ser muy duras dependiendo de su edad y si tienen algún resentimiento en contra del padre responsable. Regularmente los hijos que se sienten maltratados por el padre infiel, observan un comportamiento más incisivo y destructivo, aprovechando en ocasiones la información para chantajear o vengarse.

En otras ocasiones, son informados por el padre afectado, el cual en un estado de shock, enojo, incredulidad e inconsciencia trata de destruir la imagen de su pareja ante los ojos de los hijos; haciéndolos partícipes del comportamiento de deslealtad, acusándolo del sufrimiento y dolor que le causan.

Cualquiera que fuera la razón o la forma en que los hijos se llegaran a enterar, no es recomendable que se involucren en los conflictos de los padres, debido a que son situaciones que únicamente deben solucionarse en pareja pues no son parte del problema, ni pueden tener la experiencia y madurez que se requiere para opinar y saber las consecuencias de las decisiones que se tomen.

Además, los hijos son resultado de la educación de los padres, son estos sus principales ídolos, los que les dieron las primeras bases morales y principios sociales, el comportamiento y juicios sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, desde donde se recibió la primera información sobre el mundo y las primeras enseñanzas de cómo sobrevivir a él; esos hijos han absorbido el 50% de sus enseñanzas del padre y el 50% de la madre. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, de manera súbita e inesperada, se impacta esa seguridad de lo conocido y aceptado con un hecho que sale de su conciencia, con una información que destruye su tranquilidad y tambalea su estabilidad, haciendo que cuestione todo y a todos, desconcertado acerca de sus juicios y desorientado con respecto a lo aprendido.

Esos ídolos, guías y héroes a seguir se desquebrajan ante sus ojos sin saber discernir o perdiendo la orientación y los límites de lo correcto e incorrecto, desajustando su escala de valores y colocándolo en un estado de vulnerabilidad ante su entorno.

Es un proceso de destrucción interno, que, si no se tiene la fortaleza de enfrentar, deriva en infinidad de decisiones incorrectas y autodestructivas, a falta de guía y de un terrible desorden dentro de casa ocasionado por esos ataques entre sí que se infieren los padres; los hijos normalmente pasarán angustiosos momentos perdidos en la indefinición de sus propias vidas y el sufrimiento y desconcierto empezarán a formar parte de sus pensamientos cotidianos.

Las adicciones, el incumplimiento escolar y de tareas, embarazos accidentales durante la adolescencia, la rebeldía, la confrontación y la ambivalencia son normalmente las manifestaciones recurrentes de los hijos que son partícipes de este acontecimiento dentro de sus familias.

Debe tenerse presente que mientras los padres son entre ellos unos perfectos desconocidos y que lo único que los unió fue un sentimiento o interés mutuo del uno por el otro, en el caso de los hijos, la relación es diferente ya que su afinidad consanguínea, dependencia física y psicológica es con ambos, porque representan su trascendencia, cuidado, formación y educación. Son parte íntima y resultado directo de los cuidados y enseñanzas de padre y madre.

Una infidelidad es consecuencia de la forma en que se han desenvuelto las parejas o de la actuación de ambos, desgastando ese sentimiento o interés que los unió, en el cual nada tienen que ver los hijos, por lo que nunca se les debería inducir o forzar a tomar partido, ya que eso les representará que parte de sus principios y valores se cuestionen y entren en ese conflicto interno que los destruirá y marcará para toda su vida.



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