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¿Tú en la casa, yo en el trabajo?


Desde los albores de la humanidad, la primera forma de vida familiar fue el clan, en dónde se manifestó por primera vez la solidaridad entre los humanos. Esta unión estaba destinada a defenderse y sobrevivir al medio natural, hostil para el hombre.

Al principio los humanos practicaban la poligamia. Las uniones parentales más fuertes eran la madre y los hijos, hasta la integración el padre porque era la fuerza de trabajo, quien traía el alimento a la madre y a sus crías. Además de la consanguineidad y mecanismos de reproducción sexual.

Es entonces cuando, por cubrir las necesidades primarias, el varón desarrolla habilidades y destrezas para sobrevivir y reproducirse. Finalmente, la familia primitiva era una unión de tipo económico: los hombres cazaban mientras las mujeres recogían y preparaban los alimentos, además de cuidar a sus crías.

El rol de género se instituyó en esas épocas y precisamente por cuestiones antropológicas y la anatomorfología de los géneros. Las mujeres están constituidas anatómica, fisiológica, emocional y psicológicamente para recibir, contener, criar y educar, pero como también tiene inteligencia cognitiva pueden desempeñar roles laborales diversos. Es por esto que, a raíz de la emergencia de las sociedades industrializadas, la mujer asume otros roles de cuidar de las propiedades y de los hijos,uno de los detonantes del pensamiento feminista.

El hombre, de naturaleza física más fuerte, educado para los trabajos fuera de casa, de pensamiento y conducta dominante, objetivo y proactivo, adopta los roles del abastecedor de las necesidades de alimento, cuidado y protección en el desarrollo de las familias.

Este acuerdo tácito entre hombres y mujeres, llevó a establecer el modelo de familia occidental, con una base utilitaria, para lo cual convienen los roles por el género, siendo únicamente papeles asignados culturalmente a hombres y mujeres a quienes se atribuyen responsabilidades familiares.

Así, en la última década del siglo XX y lo que llevamos de este siglo, se ha venido produciendo una ruptura progresiva con la familia típica tradicional: Hombre = proveedor = mundo público y Mujer = receptora = abnegada = mundo privado. Esto lleva desde la incursión de ambos géneros en los estereotipos “no correspondientes” al hombre y a la mujer, hasta el cambio de los mismos, propiciando otra postura de las personas hacia los quehaceres domésticos, cuidado y educación de los hijos, así como la profesionalidad.

Dichos cambios influyen profundamente en la psique de los géneros, en dónde el análisis, estudio y las incursiones en el ambiente de trabajo, conllevan a la remuneración económica que da otro valor a las relaciones familiares.

Entonces, el desarrollo personal de las mujeres, la ganancia económica, la posibilidad de no elegir la maternidad, entre otros factores las ha empoderado, resultando en la adopción del rol contrario, lo que ocasiona cambios estructurales en las familias actuales, emergiendo la diversidad, la apertura socioemocional y la libertad de acción para ambos géneros.


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