“Nunca he declarado la guerra a los hombres;
No declaro la guerra a nadie, cambio la vida:
Soy feminista.”
Florence Thomas, Académica.
Universidad de Colombia (2008).
Declararse feminista produce azoro y rechazo. ¿Por qué? Pues porque el Feminismo, desde sus distintas vertientes (no es uno solo), impugna el orden establecido: ha generado múltiples discusiones y críticas provenientes, sobre todo, de creencias y prejuicios más que del conocimiento real respecto a su contenido, basta con colocar el tema sobre la mesa para generar resistencias. Pero, ¿qué es el Feminismo?
Cabe aclarar que por principio se opone a la sujeción de las mujeres tanto en el ámbito familiar como en la sociedad, generando acciones que cuestionan la organización social patriarcal y su jerarquía sexual, así como sus mecanismos de control. Con ello puede decirse que los Feminismos o el Feminismo es necesariamente pro mujer, en cuanto al ejercicio de derechos: a la educación, al trabajo, a votar y ser votada, a la herencia y la propiedad, a una vida libre de violencias… lo cual no implica que sea una corriente de pensamiento en contra de los hombres, como simplistamente llega a pensarse.
Hay múltiples definiciones sobre el Feminismo que en el fondo convergen: para Simone de Beauvoir en “El segundo sexo” (1949) lo definía como un modo de vivir de forma individual y al mismo tiempo, de luchar colectivamente; según Celia Amorós el feminismo “de acuerdo con una existencia de tres siglos, es un tipo de pensamiento antropológico moral y político que tiene como su referente la idea (…) de igualdad entre los sexos”. (2008: 111) Nace (con diversos nombres) en el entorno de la Revolución Francesa, cuando en 1791 Olympe De Gouges y su grupo presentaron la “Declaración de los derechos de las mujeres y las ciudadanas” a ella se atribuye la frase: “si las mujeres tienen derecho de subir al cadalso, también debían tenerlo para subir a la tribuna” y murió guillotinada.
El antifeminismo tampoco es nuevo, desde el siglo XVII en 1617 hubo clérigos que señalaban a las mujeres con adjetivos difamadores como arpías y brujas, además de ser acusadas de mantener pactos con el diablo (Beauvoir, Simone: 1949: 38-39). Las mujeres constituían un tema ilimitado para las sátiras de los pensadores de la época, como el dramaturgo Moliere (1622-1673), quien en su obra “La preciosas ridículas” criticaba a las mujeres interesadas en el conocimiento, pues aunque ahora sea muy común que ellas cuenten con títulos universitarios esto no fue siempre así; si revisamos la historia hubo épocas en que se les prohibía leer, escribir y estudiar en las universidades. Famoso es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, pero en todo el mundo había esta prohibición. Ahora tenemos acceso a la educación superior, a los mercados de trabajo, a la práctica y competencia de los deportes. Pero ha sido una lucha constante.
Otro hecho social importante es haber adquirido la calidad de ciudadanas, expresado con el derecho a votar y ser votadas, que no se consiguió fácilmente en el país. En México desde 1906 hubo diferentes grupos de mujeres demandando este derecho: en 1916 Hermila Galindo (maestra y periodista) exigía que “…las mujeres puedan ejercer el derecho al sufragio, (…) la mujer paga impuestos, ayuda en los gastos de la comunidad y obedece las leyes, de manera que debe ser pensada como ciudadana…” En 1937, el Congreso de la Unión oficialmente declaró que “las actividades de las mexicanas han estado restringidas al hogar y la familia, (…) y por tanto no han desarrollado una conciencia política (…) ellas no ven la necesidad de participar en asuntos públicos”; por ello el derecho al voto se adquirió hasta octubre de 1953.
El Feminismo ha tenido su vertiente militante y como movimiento social se ha propuesto cambiar a las comunidades poniendo en circulación, a partir de sus fundamentos, nuevas categorías interpretativas. De ahí la posibilidad misma de “hacer teoría” en el sentido griego, esto es, “hacer ver”. (Amorós, Celia; 2010: 19).
Después se aplica el ejercicio de nombrar sucesos naturalizados como la esclavitud permanente que implica el trabajo doméstico asignado a las mujeres, la feminización de la migración, la violación marital, el acoso sexual, la violencia familiar, todo común hasta que se empezaron a visibilizar… siempre en función de los derechos de las mujeres. Todavía hasta hace muy poco, a las mujeres se les reconocía por sus relaciones con los hombres: hija de su padre, esposa o viuda de su marido (“la señora de…”) y madre de su hijo.
Una de las aportaciones centrales de los feminismos es la categoría género, que entre sus objetivos tiene, además de desnaturalizar diferencias sociales entre mujeres y hombres, también son visibilizar el doble parámetro y sesgos del mismo, ante hechos idénticos desde las leyes, religiones, usos y costumbres.
Ante este panorama “se requiere una igualdad que reconozca las diferencias y una diferencia que no produzca, alimente o reproduzca las desigualdades” (De Souza Santos; 2003: 56). No hay razones para salir dañado por quienes tan solo pugnan por ser reconocidas como personas sujetas de derechos, como entes que pueden ser autónomas, dueñas de sus cuerpos y de sus decisiones respecto a sus proyectos de vida. Las mujeres no somos un sector de la sociedad, ni coexistimos como un grupo homogéneo, somos ni más ni menos que la otra mitad de la humanidad y como tales, algunas queremos ser protagonistas de nuestra vida y escribir nuestra propia historia.
Referencias:
Amorós, Celia (2008). Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad. Cátedra, col. Feminismos, Madrid.
Anderson, Bonnie y Zinsser, Judith (1992). Historia de las mujeres: una historia propia. Volumen 1. Editorial Crítica. Barcelona.
Beauvoir, Simone De (2002). El segundo sexo. Volumen I. Los hechos y los mitos. Colección Feminismos. Ediciones Cátedra. Madrid. España.
Santos Boaventura de Sousa (2003) (org.) Reconhecer para Libertar: os Caminos do Cosmopolitanismo Multicultural, Río de Janeiro, Civilização, Río de Janeiro, Civilização Brasileira. www.ces.uc.pt/publicacoes/res/pdfs/IntrodMultiPort.pdf
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