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¿Cuándo aprendiste a reír de la desgracia ajena?

Actualizado: 10 jul 2023



Organizado principalmente en fiestas y grupos estudiantiles; donde se coloca una rueda de sillas, siempre un número menor al de los participantes, y el no conseguir lugar al término de la música es motivo de risa y diversión de todo el grupo.

O ¿te ha sucedido…? En una fiesta, cuando un varón llega bailando con una escoba, te la entrega y comienza a bailar con tu pareja, tú muy sonriente te quedas con la escoba. Si eres muy sociable de inmediato repetirás el juego, pero si eres tímido será difícil quitarle la pareja a otro. Estas situaciones pueden dejarte la impresión de que te han “sacado” del juego. Tú tienes la opción de regresar a tu lugar o terminar el baile con la escoba, pero ambas resultan embarazosas porque suceden entre las carcajadas y la mofa de las y los presentes.

Sin importar la edad, puedes darte cuenta de lo gracioso del juego: tu exclusión. Pero si demostrabas molestia por las burlas, no faltaba quien dijera: “¡no te enojes, es sólo un juego, tú no sabes perder!”. Con estos antecedentes y también “jugando”, aprendiste a reírte de quien se caía, equivocaba o algo malo le sucedía; lejos de obtener solidaridad, compañerismo o apoyo, recibía la burla colectiva.

Con el paso del tiempo te das cuenta de lo excluyentes que ese tipo de juegos y “bromas” resultan, además de justificar la burla de la “desgracia” ajena, permitiendo ver a la violencia social como algo natural, y es ahí donde se gesta el acoso escolar, coloquialmente llamado “bullying”.

Lo anterior podría resultar intrascendente sino fuera porque la violencia, cuando se vuelve cotidiana, se transforma en “normal”, va en aumento y carece de límites. Como sociedad hemos visto la evolución de este hecho; no se queda sólo en risas burlonas, se convierte en un grave problema social, difícilmente denunciado por temor a las represalias.

No existe una fecha exacta de inicio del Acoso Escolar. Como objeto de estudio, fue en el año de 1993 cuando Dan Olweus, en Noruega, comenzó sus investigaciones y definiciones respecto al hecho.

De acuerdo con una consulta telefónica de Mitofsky (2012), en México, personas de 50 años y más, refieren que “Sí padecieron maltrato por parte de sus compañeros” sobre todo durante la primaria; otras recuerdan la frase: “ya me agarró de su puerquito” como antecedente del acoso escolar, el cual puede ser también familiar o laboral (“mobbing”) y alude a actitudes agresivas intencionadas y frecuentes con abuso de poder y deseo de dominar, sin provocación aparente de la persona afectada.

Las y los Actores del Acoso Escolar:

Una persona abusadora tiende a ser insegura; puede tener más altura, mayor edad; ataca para aparentar más fuerza de la que en realidad tiene y disfruta cometer el abuso; es probable que provenga de una situación de violencia familiar y haya sufrido abuso.

Respecto a la persona afectada por el acoso (puede ser cualquiera); puede contar con ciertos rasgos que le hagan vulnerable, como timidez, obesidad, estatura baja, o alta, tartamudez, usar lentes… ser diferente.

Las y los espectadores: aparecen por casualidad y no hacen nada, corren el riesgo de convertirse en víctimas o en agresores, esto de acuerdo con su personalidad.

Hay, hasta ahora, cinco tipos de maltrato aplicados a las víctimas de acoso escolar: Físico, a través de golpes, empujones, patadas, etc; Económico como robar, ocultar, destruirle pertenencias; Verbal, con insultos, apodos, amenazas; Social al aislar, aplicar la “Ley del hielo”, publicar mentiras o rumores, forzarle a hacer algo que no quiere y finalmente tenemos el Ciber-Acosoaplicado al tomar fotografías y grabaciones de peleas, actos personales, momentos íntimos de parejas y subir todo a la red de internet sin consentimiento de la persona.

Para detectar en casa, si tu hijo o un familiar cercano sufre bullying hay algunas señales que puedes tomar en cuenta: cambios de comportamiento, de humor, en el sueño o en el apetito; llanto, pesadillas, tristeza, irritabilidad; vómitos, dolores de cabeza; pérdidas frecuentes de sus “cosas”; llega con golpes y heridas en el cuerpo; inventa pretextos para no ir a la escuela o participar en eventos de la misma; puede bajar su desempeño escolar

Es difícil detectar el acoso escolar. Las personas afectadas y espectadores tienen miedo a hablar y como sociedad nos enteramos de los casos cuando ya no hay nada por hacer, como el caso de Elvira: una niña guatemalteca de 13 años, demasiado alta para su edad y por su tartamudez se convirtió en el motivo de burla de su grupo escolar. La niña no soportó y se colgó de una viga: “Mamá y papá, perdón por lo que hago, sólo quiero que mi abuela acuda a mi entierro”, fue la frase que la muchacha dejó escrita, como constancia de su muerte, en una carta dirigida a sus progenitores (cimacnoticias 25-06-2014). En México, en una primaria de San Juanico, una estudiante de sexto año de primaria dejó de asistir a clases porque había un niño que le levantaba la falda para tocarla y el profesor le decía que no inventara cuentos. En otra escuela a un niño de 7 años su hermano de 9 años lo grabó cuando se estaba bañando y subió las imágenes a la red de internet, esto no le gustó y se lo dijo a su papá, a quien le pareció una “ocurrencia simpática”.

Como sociedad es necesario parar esta violencia. ¿Qué hacemos? ¡DENUNCIARLO! La denuncia es un acto de valor civil, una vía para resolver los problemas y consecuencias del Acoso Escolar. No permitamos la impunidad. Convenzamos a niñas y niños de que la violencia se debe denunciar, sin llamar “soplón” o “chismosa” a quien acusa a alguien de abuso, sino reconocerle como VALIENTE y apoyarle por atreverse a romper el silencio. Prestemos atención y creamos en las palabras de la niña o del niño, seguro no mienten.

¿Te has preguntado si al reírte de la desgracia ajena estás excluyendo? Te sugiero revisar en tu actuar cotidiano ¿qué tal aquello de “naco”, “negro”, “marica”, “chaparro”? Las palabras que dices a una persona influyen en la forma cómo esta se valora y aquéllas pueden repercutir en su autoestima; depende de su fortaleza emocional y su carácter.

*Referencias: http://www.unicef.org/spanish/media/media_27277.html (Consultado el 17 de junio de 2014)

Olweus, Dan. Acoso escolar, “Bullying”, en las escuelas: hechos e intervenciones. Centro de investigación para la promoción de la salud. Universidad de Bergen, Noruega. 1993.


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