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El malo de la película.


Tengo que decirte adiós, en silencio y sin nombrarte, pues yo no puedo arrastrarte a pagar tan duro precio. Sabemos que fuimos necios, que todo fue una locura; que no pocas amarguras ya llevamos compartidas. Que, si lo dictó la vida, que, si fue nuestro destino, solamente es el camino de aquel que siempre camina.

Sé que tu amor he quitado a un hombre que es tu marido y hasta hoy he compartido lo que tú me has regalado. Más todo cuanto he llorado en tu ausencia en muchas noches, no son causa de reproches, porque sabes que te quiero. Que lo abandones... no quiero porque esto es causa perdida; no causemos más heridas que ya bastante tenemos. Por eso voy a dejarte. Manchar tu vida no quiero, sin ti ya sé que me muero, pero eso es cosa mía.

Lo que acaba de leer son fragmentos de un poema titulado “El amante” en el cual podemos ver que aquella persona que ocupa ese lugar también sufre, no puedo decir que igual o más que la persona engañada, pero sufre porque vive una de las experiencias más ricas que puede experimentar un ser humano (estar enamorado) bajo las sombras, porque no puede gritar su amor por aquel hombre o por aquella mujer de quien se ha enamorado, porque al abrirlo vendrían una serie de prejuicios, de críticas y desaprobaciones hacia ese amor que le es prohibido. Y es que antes de criticar o de juzgar primero habría que preguntarse ¿qué hay de fondo para que esto suceda?, hay que tratar de comprender porque alguien en su sano juicio entra en los terrenos de un amor prohibido si sabe de antemano que será juzgado y que saldrá lastimado. ¿Será cuestión de enfermedad?, ¿será ingenuidad?, ¿será maldad absoluta? ¿o simplemente una tendencia de la naturaleza humana?

Todas las relaciones tienen un ciclo… al inicio cuando la flecha de cupido te atrapa sólo ves una parte de la persona con la que estás, difícilmente la ves como un todo. Pero es con el paso del tiempo y de la rutina que empiezan a caer las máscaras y entonces aparece el verdadero yo de esa persona que te llenaba de detalles, de atenciones y adulaciones. Puedes llamarle destino, puedes llamarle falta de madurez, puedes decir que no era la persona adecuada… el caso es que normalmente las personas tienden a culpar al otro de su infelicidad y paradójicamente algunas de ellas terminan buscando afuera lo que les hace falta.

Es ahí donde aparece el tercero en discordia, es ahí donde el amante le permite revivir la idealización que se da durante la etapa del enamoramiento. Desde ésta óptica, en muchos de los casos el amante se convierte en un medio para sentirse libre ante una relación asfixiante en donde la pareja es posesiva y controladora o cuando es todo lo contrario, una pareja indiferente y distante entonces el amante proporciona la atención, dulzura, comprensión, entendimiento y cortesía, en ambos casos es una forma de reafirmar una autoestima que nunca se consolidó; es también un conducto para mantener una idealización sobre la pareja que se busca y sobre el amor; es un medio para ser fiel a ideales familiares o repetir historias de un nivel inconsciente en el que se pueden buscar muchas cosas, una de ellas un final feliz; es también una consecuencia o el resultado de un proceso de identificación inadecuado, es decir, necesidades emocionales no resueltas satisfactoriamente en la infancia o en la adolescencia.

Todo lo anterior, se convierte a mi parecer en el punto de quiebre de muchas relaciones ya que queremos enamorarnos y queremos sentir la pasión, lo que no queremos ni esperamos es el conflicto. De lo precedente es necesario ubicar que una relación de pareja es ideal para la intimidad, para la correspondencia, para tener una sexualidad plena y también para el crecimiento personal a través de la resolución de conflictos y desavenencias.

Si eres él o la amante de alguien, tener claridad en cuanto al rol que estás jugando, tener una dimensión del alcance de la relación, será fundamental para no salir muy lastimado. Al mismo tiempo se convierte en una invitación a la reflexión respecto al tipo de vínculo que estás estableciendo.

Si tu pareja tiene un o una amante, antes de juzgar, antes de caer en la tentación de victimizarte, antes de culpar a esa tercera persona pregúntate qué pudo haber fallado en tu relación, valora desde dónde pudo surgir una traición tan dolorosa, evalúa cuáles son tus alternativas.

Porque el tener conocimiento de una infidelidad implica en cierta medida asumir cosas y tomar decisiones.

Si eres la persona que está teniendo una relación fuera de una relación formal, valdría la pena que revises en tu interior lo que está ocurriendo contigo, que hagas una evaluación de los motivos o las razones que te llevaron a ésta situación.

A las tres partes les puedo compartir que cuando se decide dejar a la pareja oficial y él o la amante se convierten en la pareja oficial, las estadísticas indican que 8 de cada 10 no van a perdurar a lo largo del tiempo y sólo una llega a salir “airosa”, el resto no dura más allá de dos años. Éstos cambios de roles que ante la persona engañada aparentemente son una salida triunfal, se convierten en una angustia al paso del tiempo de que ahora sean ellos los o las engañadas.

Al cambiar el rol también cambia la dinámica de la relación porque ahora le tocará vivir la otra cara de la moneda, ya no sólo le tocará vivir la parte excitante, apasionante y la adrenalina de lo oculto y lo prohibido, sino también vivirá los malos humores y todas las situaciones que se viven en el día a día en una relación formal.

En conclusión, no es nada fácil salir ileso de una infidelidad, la tendencia es que casi siempre habrá sufrimiento, dolor, angustia, inseguridad y un fuerte golpe a la autoestima.



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