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Es mejor confirmar antes de actuar.


Alguien dijo un día con toda convicción, “Si hay duda, no hay duda”.

Definitivamente ésta afirmación no tiene la verdad absoluta, ya que, por experiencia, hemos notado que un muy alto número de personas se equivocan en sus apreciaciones respecto al comportamiento de sus parejas.

Es frecuente que, cuando en las relaciones existe algún tipo de distanciamiento, deterioro o insuficiente comunicación, cualquier comportamiento irregular de la pareja se interprete como una posible infidelidad. Esto por supuesto conlleva a actitudes de mayor intolerancia y agresividad, empujando cada vez más a los individuos a sufrir aquello que precisamente están temiendo, la infidelidad. Interpretar que todos los cambios de estados de ánimo, formas de pensar, actitudes, temperamento, rutinas o del aspecto físico son causados necesariamente por una infidelidad, es tanto como pensar que somos perenes e inmutables al paso del tiempo. Esta irreflexiva y apriorística forma de pensar, hace caer en infinidad de errores de apreciación sobre lo que está sucediendo con su pareja. Gran parte de estas reacciones se dan por desinformación o inexperiencia, y se nutren, además, por la influencia del medio social en el que normalmente se vende más la intriga y la intolerancia, dando como resultado por supuesto, el pensar de manera negativa y destructiva de algo que en muchas de las situaciones no tiene fundamento.

En éste contexto se equivocan más las mujeres que los hombres, ya que mientras el hombre no tiene una gran cualidad de observación, la mujer con su exagerada virtud analítica, interpreta todos esos cambios como necesariamente probatorios de una infidelidad, mientras que el hombre, cuando alcanza a observar estos cambios, es porque es evidente éste hecho. Infinidad de personas enfrentan estos problemas a diario, infringiendo constantes agresiones y experimentando infinidad de estados de ánimo, lo que deteriora significativamente la relación, en otros, se llega al extremo del divorcio simplemente por la sospecha, que en muchos casos es infundada.

En cualquier relación, puede presentarse una situación de estas características y si no se puede superar mediante un ejercicio de comunicación más abierta y honesta, es recomendable tratarlo a través de alguna terapia o efectuando indagaciones más profundas que permitan disipar las dudas y actuar no en base a suposiciones sino en hechos reales, pues lo que está en juego es la estabilidad familiar.



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