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Manuel Hernández

¿Es sencillo perdonar una infidelidad?


Al recibir la invitación para escribir este artículo en donde el objetivo central era exponer el perdón ante una infidelidad, vinieron a mi mente una serie de ideas que se podrían plasmar, sin embargo, el tema es muy complejo ya que se puede abordar desde muchos ángulos, y dependiendo el rol que uno juegue.

Y para evitar perderme en toda la serie de líneas que pudieran tocarse me enfocaré en abordar la definición de Infidelidad, los motivos por los que se da una infidelidad y como esto impacta en la decisión final: perdonarla o no.

El concepto de infidelidad es enredado por sí mismo, porque la definición varía de acuerdo a la persona, al sexo y a su cultura o creencias, somos tan diferentes hombres y mujeres que no podemos evitar el hecho de que la moralidad, los valores, las costumbres y normas, estimulen a una persona a concebir este concepto de muchas formas incluso algunas de ellas muy subjetivas y que desde ese lugar regulen su conducta, pero también, sería injusto, concebir una infidelidad desde estos aspectos sin reflexionar en aquellos agentes inconscientes que dan la pauta a una persona para consumar un quebrantamiento de esta naturaleza, pareciera que para el hombre es algo que necesita para reafirmarse, pudiera ser sólo un juego, una aventura o porque se enamora en un momento de crisis con su pareja.

En contraste para la mujer puede ser algo que solamente hace cuando siente que es necesario, algo que la complace y experimenta en silencio, algo que puede socavar su conciencia, pero no confiesa por amor a la persona a la que cree haber traicionado. La Infidelidad es el incumplimiento del compromiso de fidelidad, es un abuso de confianza, un engaño, un enredo, una traición consumada en sueños que refleja la intención real de engañar al propio compañero. La infidelidad se vive como la peor traición de la pareja y se piensa que el infiel es el culpable de un grave perjuicio a la relación de pareja, ya que, se infiere que en la relación de pareja se tiene todo lo necesario.

De manera general una infidelidad se puede dar por las siguientes causas: Una vez que pasa la fase del enamoramiento, conocemos a la pareja real y olvidamos a la idealizada, y su manera de ser no siempre es la más placentera por lo que nos sentimos frustrados. La monotonía, cuando una pareja cae en la rutina y en el aburrimiento la relación se torna vulnerable ante la llegada de un tercero que llegue y nos deslumbre con su encanto y sus atenciones.

Una vida sexual poco placentera suele ser otro factor ya que el sexo es un elemento esencial en la pareja y si éste es insatisfactorio, abre la puerta para buscar fuera de la relación la satisfacción sexual que no encuentra con la pareja, porque estamos enojados al inferir que no quiere hacer el amor o no quiere llevar a cabo nuestras fantasías sexuales.

Cuando uno de los miembros de la relación no es emocionalmente independiente de sus padres y no establece límites respecto a ellos, nos deja la sensación de no ser escuchados y atendidos. Finalmente, la curiosidad de experimentar el sexo con otras personas o de vivir una aventura es un agente poderoso que impulsa en muchas ocasiones el deseo de buscar otra relación.

Desde el punto de vista psicoanalítico, la patología (por ejemplo, la no resolución del Edipo) y las necesidades de satisfacción infantil son las que favorecen una infidelidad. Por otra parte, la fidelidad no es síntoma de felicidad, ni de salud; desde esta perspectiva más que buscar patologías, habrá que considerar que la infidelidad puede ser un indicio de la crisis que vive una pareja y de su funcionalidad. De lo antepuesto podemos decir que este tema está sujeto a disputas porque en él convergen una inmensidad de condiciones, actitudes, prejuicios y estereotipos. Por lo que resulta más objetivo pensar que la decisión de perdonar una infidelidad va a depender de manera particular de la persona, de los motivos y el compromiso que existe en ambos miembros de la relación para restaurarla, ya que superar estos trances suele ser bastante difícil y no por eso es imposible.

La infidelidad no es una razón para terminar una relación, si pensamos que destapa y pone al descubierto carencias, errores y fallas por donde escaparon aquellos sentimientos que dieron origen a un proyecto en común.

De ahí que la decisión de seguir juntos tratando de sobreponerse a una experiencia como ésta, implicará renovar acuerdos, esfuerzos y compromisos, así como tener en cuenta que mucho de este esfuerzo demandará el tener claro que lo adecuado será seguir sin reproches ni venganzas, en el entendido de que si la pareja desea regresar es porque ha recapacitado y madurado la experiencia. Darse un tiempo para valorarse y reflexionar sobre lo ocurrido es otra opción que puede ayudar cuando hay demasiada confusión y sentimientos encontrados. Si la decisión por uno de los dos (o ambos) es separarse, dicha disposición involucra aceptar que la separación implica un fuerte golpe emocional porque cuando se comparte la vida con otra persona, perdemos al amigo, al compañero con el que disfrutábamos de muchas actividades y compartíamos intereses afines; perdemos a la persona que le confiamos nuestros sentimientos, a la persona que le entregamos nuestro cuerpo y nuestro corazón.

Para cerrar considero conveniente resaltar que, en estos casos, las personas que nos rodean poco o nada tienen que decir o recomendar, sólo los actores principales están facultados para determinar qué es lo que en verdad ocurrió y que es lo más conveniente para cada uno.

El respeto hacia nuestra pareja, como ser humano independiente y libre, aceptando sus gustos, particularidades, deseos y sentimientos, puede convertirse en el principal instrumento para no tener que enfrentar una infidelidad por parte de él o ella.

*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.

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