A finales del siglo pasado el mundo se enfrentó al SIDA, una de las más temibles epidemias que debido a la falta de un tratamiento eficaz, condenaba al enfermo a una agonía penosa y posteriormente la muerte.
Hace 1 año, nos enfrentamos a la epidemia de la influenza AH1N1 que tomó al mundo por sorpresa y debido a que teóricamente se inició en México, nos cambió la forma de ver las enfermedades transmisibles.
Existe otra epidemia que es silenciosa e igual o más peligrosa; la epidemia del virus de papiloma humano (Papilomavirus).
Papilomavirus: El virus del papiloma humano es una infección muy frecuente y que puede contagiarse de persona a persona. Algunos tipos de Papilomavirus se pueden contagiar por contacto sexual. Los últimos estudios sugieren que por lo menos 3 de 4 personas van a contagiarse de algún tipo de papilomavirus durante toda su vida. El contagio sexual puede expandirse a la vagina, al ano o a la cavidad oral.
Existen más de 30 tipos de Papilomavirus humano que pueden infectar las áreas genitales del hombre y la mujer. Como cualquier enfermedad de transmisión sexual no suelen existir signos de la infección. Sin embargo, algunos tipos de papiloma humano pueden causar verrugas. Estas pueden crecer en el área genital creando un condiloma acuminado. Estas excrecencias pueden aparecer por fuera o dentro de la vagina o en el pene y pueden expandirse al tejido vecino. Las verrugas genitales pueden también crecer alrededor del ano, de la vulva y del cervix. Las verrugas son fáciles de tratar y habitualmente no conllevan al cáncer. (Tipos 11 y 6).
En la década de los 80’s se aceptó que la infección a nivel del cervix por el Papiloma virus, es la causa del carcinoma cervicouterino. Hay algunos tipos que tienen más riesgo que otros entre los que destacan el 16 y el 18.
La historia natural del cáncer cervicouterino inicia con una lesión cervical que es infectada por el Papilomavirus; si las condiciones son las óptimas, esta infección progresa creando una lesión intraepitelial de bajo grado (NIC I), hasta llegar a una lesión mayor (NIC III) y de ahí al cáncer cervicouterino.
El famoso patólogo George Nicolás Papanicolaou, no sabía que el precursor del cáncer cervicouterino era el virus del papiloma humano. Él se limitó a cifrar una serie de lesiones que calificó desde el grado I hasta el V. Posteriormente se calificó a las lesiones con el sistema Bethesda, que prácticamente es similar.
Con el advenimiento de la colposcopía, se complementó el estudio de las lesiones cervicales, vaginales, y ano perineal. Con la colposcopía estamos capacitados para detectar lesiones que a simple vista no se detectan.
La ginecología moderna debe enfocar la detección oportuna del cáncer cervicouterino a identificar las lesiones secundarias a inflamación específica o inespecífica, sino que se deben diagnosticar en forma prematura la presencia del Virus de papiloma humano. Existen hoy en día métodos con los que se puede llegar al diagnóstico de la presencia del virus.
Hay que recordar que cada paciente tiene un sistema inmunológico distinto y por lo mismo el virus ataca diferente a cada persona. Ahora bien, existen factores que alteran dicho estado de inmunidad como: El tabaquismo, múltiples parejas sexuales, coito a temprana edad, bajo estado nutricional, falta de ejercicio toma de anticonceptivos, etc.
La infección por el virus a nivel del cervix puede estar en varias fases de acuerdo al estado inmunológico puede estar en fase de reposo o puede estar en fase productiva y esta última es la más peligrosa pues puede derivar en una lesión mayor hasta llegar a derivar en un cáncer del cuello de la matriz.
Desgraciadamente no podemos “fechar” el inicio de dicha infección dado que en la mayoría de casos es asintomática, y puede estar en fase de reposo durante meses e incluso años.
Es por ello que cuando se diagnostica infección secundaria al virus del Papiloma humano no podemos fincar responsabilidad del contagio directamente a la pareja. Esta infección puede haber estado en la mujer en forma “latente” desde antes de haber conocido a su actual pareja. No es posible fincar responsabilidad ni acusar de infidelidad sólo por el hecho de su presencia, pero si es necesario saber que debido a que es una infección de transmisión sexual, la pareja debe ser valorada por un especialista que sepa tratar dichas lesiones.
Ocasionalmente la pareja puede resultar negativa a la presencia del virus, por las siguientes razones:
1.- Papilomavirus se desarrolla mejor en el cervix.
2.- La uretra del hombre puede o no infectarse porque las defensas de este son mayores que en la mujer.
3.- Es poco frecuente el desarrollo de cáncer de pene.
Una buena historia clínica y una buena exploración ginecológica con métodos inmunohistoquímicos para la detección del virus y posteriormente su identificación con hibridación genética, permiten hacer una mejor valoración de la paciente y su pareja.
Hoy en día estamos en condiciones de hacer una valoración que incluya estudios de colposcopía, Papanicolaou y la detección del virus.
También estamos en condiciones de realizar medicina preventiva mediante la vacuna contra los principales virus del papiloma humano (16, 18, y 11 ,6). Dicha vacuna ya está en el mercado y puede ser aplicada a los niños y niñas desde los 9 años de edad hasta los 46 años de edad. Por último, es importante hacer un paréntesis en este último punto. Idealmente debemos cerciorarnos de la presencia del virus antes de la vacunación, no porque esté contraindicada, sino porque como se dijo anteriormente, la paciente puede ser portadora “sana” del virus y no se va a modificar la presencia de la infección.
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