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La traición ¿novedad o costumbre?


“Si pudiéramos integrar lo que somos, a lo que hacemos, no sería difícil tener que hablar de traiciones…” La confianza es un elemento básico para que se desarrolle cualquier relación humana, desde la presencia de un bebé con su madre o su cuidadora en una relación armoniosa y pacífica, solo juntos de la mano van a poder transitar para crecer sanamente.

Sin embargo, comenzamos así, pero entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, entre socios, entre novios y esposos, entre ex o entre compañeros de trabajo, las traiciones son una constante que nos acompaña.

Me refiero traición como frustración las expectativas, como intolerancia a la demora de los deseos.

La madre confía en su bebé y el bebé confía en su madre. Estarán los dos durante la crianza, la mamá va conociendo las fallas del bebé y sus pequeñas traiciones, y él bebe va también entendiendo que la vida no es como él quiere, sino como se puede. La madre tiene siempre su propio mundo, sus formas y sus estilos y a pesar de intentar dar lo mejor de sí, tendrá equivocaciones que pueden hacer que él bebe entienda que no es perfecta. Aceptar que la realidad no es ideal implica entrar en el terreno de la aceptación de los errores humanos. ¿Qué tan lejos está esto de la desilusión, de la traición de los ideales, de la validación de una desconfianza que ayuda aceptar la realidad?

La desconfianza ¿podría ser parte de la salud mental? Nos ayudaría a equivocarnos menos, tener más cuidado con lo que hacemos, pensar dos veces nuestras decisiones y cuidarnos de no defraudar a nuestros cercanos. Pero todo esto es distinto a llegar al terreno de la infidelidad en una relación amorosa.

El amor como ética y en la ética del amor monogámico, la infidelidad es una traición, de esas en las que se duele, donde la cultura educa a sufrir mucho.

Se rompen muchas cosas en el mundo interno propio cuando alguien decide ser infiel, y se lastiman muchas más cuando se descubre este evento. Por el esquema actual, no siempre las parejas infieles se divorcian, pero lo que siempre se genera entre ellas es una pérdida importante de la confianza y de la veracidad de sus vidas.

Si la pareja desea continuar junta, se requiere que los dos estén en disposición. La reconstrucción de lo que se pierde suele ser difícil pero no imposible. Se requiere de muchísimo esfuerzo de ambas partes, de intentar revalorizarse mutuamente y poder volver a creer uno en el otro. Es un trabajo compartido que lleva varios años, quizá toda la vida, que implica poner atención en cada día que se mantenga la relación, en los detalles y en los planes, en mantener la idea de presente, sin olvidar el futuro y reconociendo el pasado.

La ayuda psicológica y terapéutica en esta fase de la reconstrucción suele ser muy valiosa pues ayuda a los cónyuges a comunicarse mejor y atreverse a hablar de lo que antes les era imposible.

Se requiere paciencia, amor y tolerar la desconfianza como un elemento de protección a la misma pareja.

¡Hay desconfianza de vida, que ayuda a crecer y hay desconfianza de muerte…que ayuda a destruir!

“Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor”



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