Mucho se ha argumentado que la relación entre las mujeres denota altos índices de deslealtad y traición, sumado a un sinnúmero de calificativos que buscan denostar las alianzas entre el género que es sinónimo de vida.
En la experiencia profesional de más de 23 años, en diversas partes de México, hemos notado que desde las selvas de Quintana Roo hasta los desiertos de Sonora, en temas de desarrollo social y educación, son las mujeres las que mejor se organizan y llegan a buenos acuerdos, dando viabilidad a diversos programas gubernamentales, así también las asociaciones civiles, al bajar sus proyectos ven en el género femenino al gran aliado que permite el empoderamiento de estos mismos planes en sus comunidades.
Culturas como la Menonita en el norte y las Indígenas como lo es de ejemplo la cultura Zapoteca en Juchitán Oaxaca, ha demostrado que sus mujeres tienen sistema matriarcal que además de dar empoderamiento e identidad a todas las manifestaciones culturales, han sabido generar sistemas de participación social que les garantizan una economía estable en la región y esto, ha operado así por siglos con notable éxito. La mujer menonita juega un papel básico en la implementación no solo de los roles básicos de cada género desde niños, sino es quien da el ejemplo y formación de la alta laboriosidad en los diferentes campos que distinguen a los integrantes de esta cultura, también ya parte de nuestro patrimonio cultural.
La Revolución Mexicana más allá del romanticismo que pueda envolver a la figura de la Adelita, tuvo una vital participación no solo como soldadera, sino como eslabón que supo multiplicar las culturas propias de cada región hacia un plano más extenso en la geografía nacional y la reproducción de estas culturas, da la forma definitiva y características tan particulares a este movimiento armando de los inicios del siglo XX en México.
Ya el Nobel de literatura Octavio Paz comentó que fue la Revolución Mexicana la que le genera identidad a nuestro país y esto sin la aportación de la soldadera nunca hubiera sido posible, pues entre ella se organizaban, educaban a los niños, alimentaban a los bebés y llevaron literalmente a la familia a la lucha armada. Si las mujeres no hubieran tenido sistemas de organización, que hay que decirlo, aprendían sobre la marcha y planeaban cada jornada con inteligencia colectiva, siendo y de esto se ha mencionado y muy poco, eficaces cazadoras y recolectoras, como en épocas pretéritas de la humanidad.
Las mujeres son las primeras en organizarse con éxito en diversas formas de conformación de grupos, comités, etcétera. También en el tema educativo, se organizan con efectividad, a fin de dar seguimiento a la educación de los hijos y lograr mejores condiciones en infraestructura educativa. En los sistemas de educación para adultos, los círculos de estudio en su mayoría son formados por mujeres, pues además y esto es un dato no menor, su capacidad de reconocer una carencia educativa es más abierta y franca que en los hombres, quienes tendemos a esconder nuestras en momento dado, nuestras inconsistencias y/o carencias. No solo es por los roles, sino el hombre es más reacio a la educación.
Las nuevas formas de convivencia económica y social es lo que ha generado una fractura en el tejido social y esto es el reflejo de la terrible competencia que deriva a la fisura familiar. Esto, sin embargo, no es reflejo necesariamente de que la mujer no pueda trabajar en equipo o se haya vuelto egoísta como género.
Creemos que este tema (cambios en la estructura familiar) es en general para hombres y mujeres que pertenecemos a estas sociedades contemporáneas, una reacción a este sistema económico tan agresivo de libre mercado a ultranza que genera una desigualdad social terrible, rompiendo, los enlaces entre las distintas capas y niveles sociales, impidiendo la movilidad social y dejando a la clase media como pobre y a las sociedades rurales en pobreza extrema al eliminar formas de tenencia de la tierra de formas colectivas. Aún no acabamos de generar las formas de viabilidad familiar que pueda hacer frente a este.
Curiosamente los grandes movimientos ambientales y ecologistas, son promovidos por mujeres y su rol por el desarrollo sustentable es vital, de hecho, cualquier proyecto de rescate ecológico que no tiene en sus filas a mujeres, fracasa de una u otra forma.
La organización natural que tienen las mujeres es la garantía que tenemos como homo sapiens, de que podremos revertir el cambio climático, que los sistemas educativos sean mejores y adecuados, aunado a que podamos encontrar más justos sistemas económicos. Lo inmediato y que ocupa al género femenino, no solo son regulaciones jurídicas que ventilen mejor sus derechos, sino que castiguen la violencia intrafamiliar, el machismo y que podamos arribar a “estados nacionales” que, a nivel global, vigilen y castiguen con dureza el racismo, la exclusión y violencia hacia las mujeres. Mucho tendrá que ver el derecho de las minorías étnicas, en el mundo en cuyos esquemas existen mejores condiciones de distribución de bienes y roles matriarcales más preponderantes. Si queremos trascender como especie, habremos de generar las condiciones para que la mujer pueda diseñar estas nuevas políticas públicas a niveles regionales, nacionales e internacionales.
Por tanto, desde esta columna sostenemos que las mujeres son las mejores aliadas en la educación, el cuidado del medio ambiente y desarrollo cultural. Por natura su capacidad de organización y trabajo en equipo en todas las culturas y épocas de la humanidad ha quedado por demás comprobada, pues son ellas quienes forjan en las generaciones futuras, el sentido de pertenencia, iconografía e identidad grupal y religiosa en los primeros años de vida de los niños.
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