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"Los sismos son naturales, los desastres... sociales"

Actualizado: 11 ago 2023



El puño en alto (Fragmento). Llovió sobre mojado después de las fiestas (…) ¿Queda cupo para los héroes en septiembre? Tienes miedo. Tienes el valor de tener miedo. No sabes qué hacer, pero haces algo. (…) El que acomoda ladrillos, junta piedras… (*)

Juan Villoro. Escritor y periodista mexicano.

Imposible iniciar este artículo sin pensar en el pasado sismo del 19 de septiembre de 2017. Imposible seguir escribiendo sin expresar nuestra solidaridad con las personas afectadas por esta tragedia; a quienes perdieron un ser querido, un bien o la tranquilidad misma; esa que perdimos quienes vivimos en diferentes lugares de este país, con el desasosiego muy presente. Para todas ellas y todos ellos va nuestra adhesión.

Al vivir en una zona sísmica vas aprendiendo a estar alerta. Cuando llegas a un lugar desconocido, casi en automático, buscas las rutas de evacuación y las columnas que en algún momento puedan representar una opción para protegerte. Buscar una seguridad que sólo refuerza y hace más tangible nuestra condición de personas indefensas y frágiles, incluso como grupo o comunidad. No todos tomaban en cuenta las recomendaciones de protección civil, o llevaban a cabo los simulacros de manera seria. Quizás, después de la reciente experiencia, empezarán a hacerlo hasta sin pensarlo, pues los sismos de septiembre, sobre todo el del 19, sirvieron para que las y los jóvenes pudieran darse cuenta que estos fenómenos naturales son algo serio. Recuerdo a un chico que de forma jocosa decía que le gustaba “sentir los temblores”, supongo que después de la fuerte sacudida su visión de este fenómeno debe haber cambiado en forma brusca.

Considero que un sismo nos coloca de inmediato en un estado de impotencia. Estás ante la posibilidad real de morir. En ese momento el miedo se justifica, pues no hay para dónde ir; la gente corre de un lado a otro y no logra sentir seguridad en ninguna parte. No hay opciones, las personas son prácticamente empujadas hacia una sucesión de efectos y emociones inesperadas. Cuando termina agradeces seguir con vida.

Se dice que es propio de la cultura mexicana ironizar sobre las desgracias. Recuerdo una canción que vuelve a sonar luego de un sismo: “¿Dónde te agarró el temblor?”, pues a mí la parte más fuerte me tocó en una escalera de apenas 13 peldaños, pero lo viví como si tuviera cien porque toda la instalación se movía con demasiado ímpetu. Sentía que no lograría bajar, esto aunado a mi reciente operación de rodilla. Así que fue una lucha por bajar la escalera sin caer, con el agudo dolor de rodilla y el impresionante movimiento sísmico que lo impedía.

Hay protocolos y recomendaciones que sugieren alejarse de las ventanas, no usar las escaleras, no correr, guardar la calma… sin embargo, cuando escuchas las historias de quienes hicieron todo lo contrario a la norma y se salvaron, te das cuenta que tienes que actuar como tu intuición te recomiende de acuerdo con el lugar donde te encuentres, porque además los sismos no se perciben igual en toda las ciudades o municipios. Todo depende de la distancia donde se ubica el epicentro. Ni siquiera en la misma ciudad si se está en una casa, en la calle o dentro de un edificio. Ante esto, te das cuenta de tu incapacidad de operar o reaccionar en el momento, de ahí la importancia de contar con una alerta sísmica.

Los sismos, huracanes, volcanes… son fenómenos naturales, pero las tragedias no lo son. Estas más bien corresponden a una dimensión social que tiende a convertir a estos hechos en catástrofes: en este caso el terremoto develó una enorme corrupción que ya percibíamos ante el “boom” inmobiliario, hoy lo estamos corroborando. En la Ciudad de México, vimos el contubernio entre empresarios voraces y empleados corruptos; los resultados fueron la muerte de personas y/o la pérdida de patrimonios, por ser engañados al adquirir departamentos caros en edificios construidos con materiales de pésima calidad, algunos tenían pocos años o meses de haberse edificado. Hubo también edificios y casas derruidas que fueron hechos antes de 1985. Pienso que como sociedad ha sido un tiempo difícil y muy triste.

Lo que reanimó fue el compromiso y solidaridad de las y los jóvenes (sobre todo), y personas de todas las edades, recordándonos el antiguo trabajo comunitario mesoamericano, como el tequio oaxaqueño y otros. Francisco Paoli Bolio, analista del Canal Once en “Primer Plano”, estimaba que, al 30 de septiembre, aproximadamente millón y medio de personas se habían movilizado en el país; les vimos a pie, brigadas en bicicletas, motos, camiones de volteo, autos particulares y en lo que pudieran. Todo esto fue muy loable, sin embargo, debemos atender las emociones propias también.

De acuerdo con Benjamín Domínguez Trejo, psicólogo y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “la población puede experimentar síndrome de estrés postraumático por temblor”, así que hace algunas recomendaciones que podrían ser útiles para quienes vivieron esta experiencia traumática:

1. Ayudarse primero a si misma/mismo para tener capacidad de auxiliar a otras personas. 2. Reconocer que sentir miedo después de un terremoto, es una reacción normal de protección. 3. La mayoría de la población puede resistir estas experiencias, con la familia y amistades como redes de apoyo; pero si identifica que no se supera, es aconsejable buscar ayuda profesional. 4. Dormir y descansar lo más que se pueda, para que el organismo se recupere. 5. Evitar seguir viendo noticias sobre el sismo: “ayuno” de noticias para ir superando lo vivido. 6. Teléfonos para apoyo psicológico Facultad de Psicología de la UNAM: 4161-6041 y 5622-2288.

Otras recomendaciones provenientes de promotoras/promotores de salud son: 1. Tomar tés de pasiflora o valeriana. 2. Baño de pies y conservar el cuerpo caliente con varias cobijas. 3. Mantenerse en actividad: hacer ejercicio ligero, caminar, platicar. 4. No estar sola/solo en la casa, buscar compañía. 5. Revisar la casa u oficina considerando evitar objetos que puedan caer en otro sismo. Como repisas arriba de la cama, asegurar libreros y muebles pesados.

Se demostró que las/los jóvenes son capaces de organizarse y mostrar enorme generosidad que rebasó a los gobiernos, al menos en su inicio, y esto hace pensar que no son personas indiferentes, sino que muestran su insatisfacción con lo que hemos creado como sociedad. Habría que preguntarse ¿cómo hacer para que esta fuerza no se diluya cuando toda la gente regrese a sus actividades cotidianas? Y que esa capacidad demostrada se convierta en organización. Si algo nos hace frágiles es la corrupción y la falta de credibilidad de quienes buscan legitimarse con nuestras desgracias. Hemos de exigir a las autoridades, además de proyectos integrales en la reconstrucción de las viviendas y los empleos, generar políticas públicas que prevengan desastres; buscar la vigilancia ciudadana en la aplicación y distribución de recursos propios y cuantiosos ingresos monetarios provenientes del extranjero.

Que no nos gane la zozobra y que siga incrementándose la organización, cada quien desde su espacio y ejerciendo su ciudadanía, que implica hacer oír su voz y demandar justicia con sus implicaciones jurídicas. Seamos muy conscientes de que vivimos en un país altamente sísmico sin que tenga porque convertirse en un desastre.

Referencias:

Villoro, Juan. Poema “El puño en alto” (2017)

https://www.etcetera.com.mx/opinion/el-puno-en-alto/

Población puede experimentar estrés postraumáticos por temblor: psicólogo UNAM.

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