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Matrimonio sin hijos, después de la ilusión ¿viene la resignación?


Llega en un momento en la vida en el que nos empieza a surgir de manera espontánea el deseo de ser padre o madre producto de la madurez emocional, fruto quizá de haber iniciado una vida en pareja y haber alcanzado algunas metas personales como haber terminado una maestría, haber ascendido en el trabajo, haber viajado, etcétera, no obstante, este deseo puede ir más allá y tener razones inconscientes diferentes al deseo genuino de ser padre o madre de un hijo para brindarle amor.

Muchas personas descubren que su deseo por tener hijos obedece al simple hecho de querer tener descendencia y sólo verán a este niño como un ser al cual habrá que proveerlo de todo lo que necesite económicamente, otros lo hacen para superar alguna crisis personal o en pareja creyendo que al traer un niño al mundo se resolverán sus problemas y llenaran el vacío que hay en sus vidas.

Por complacer a la pareja es otro buen ejemplo del porqué se decide ser padre, por compartir nuevas experiencias y emociones y el más típico por formar una familia. En la práctica, la realidad es que son privilegiadas las parejas que logran verdaderamente hacer una planeación en términos de casarse, disfrutarse un periodo como pareja y buscar embarazarse para formar una familia, y lo digo así de frío porque en mi experiencia clínica y lo que he podido observar es que un gran número de parejas se embarazan sin realmente haberlo planeado.

Pero ¿qué pasa con aquellas parejas cuyo deseo genuino por tener un hijo no se ve consolidado cuando al paso de uno o dos años de estar intentando se ven en la necesidad de acudir al médico en busca de ayuda o respuestas? Algunas parejas encuentran la solución a través de los tratamientos médicos que existen hoy día, pero hay otras a las que ni los recursos tecnológicos les favorecen llegando al punto de tener que admitir que no podrán tener hijos. Lo previo provoca sentimientos de tristeza, frustración y culpa, pudiendo incluso producir una crisis en la pareja primero que nada por todo el desgaste emocional y económico que se dio producto de los diferentes tratamientos y esfuerzos que se hicieron, después porque de alguna manera enfrentan una carga social y tercero a nivel individual para quien resultó ser estéril.

Es para aquellas parejas para quienes yo dedicaría éste artículo, puesto que no es nada sencillo. Ahora su proyecto de familia y sus planes a futuro no van a ser como lo tenían previsto y tendrán que reorganizar su futuro adecuándose a las circunstancias. La relación con las demás parejas y los familiares también podría verse afectada, el hecho de no poder tener hijos los puede llevar a evitar todo lo que esté relacionado con niños, como son los bautizos, cumpleaños o comuniones, pues son situaciones que les confronta con su situación de pareja.

Aceptar, manejar y digerir un tema como éste no es fácil y si en muchas ocasiones en las que una pareja se encuentra en crisis les sugerimos acudir a un especialista en pareja, ésta no sería la excepción, me parece incluso que sería una de las alternativas más idóneas para enfrentar una crisis como ésta porque se pueden revisar todas las fantasías, las culpas y los sentimientos que se van presentando producto de la frustración de no poder concebir un hijo.

Además de ser un espacio en el que se pueden replantear muchas cosas de la vida en pareja y quizá el tomar decisiones como el adoptar entre muchas otras. A manera de conclusión puedo decir que el no poder tener hijos no es el fin de la relación en pareja, sino el inicio de un recorrido que los puede unir aún más.

*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.

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