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Carolina Grajales Valdespino

Perdonar o no una infidelidad.


“Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas; me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de dónde estaba. (…) ¡Y entonces comprendí por qué se llora, y entonces comprendí por qué se mata!” Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

¿Le perdonarías a tu pareja una infidelidad? Cuando alguien te hace esta pregunta, lo común es la respuesta fácil, un “yo si perdonaría” o un no rotundo; en realidad no sabes cuál será tu respuesta ni la decisión que tomarás hasta que no te encuentres frente a una situación concreta. Considero que el poema de Bécquer arriba escrito, es muy preciso en ese sentido y logra transmitir que lo vive como si fuera “el fin del mundo”.

La historia nos ha contado que una infidelidad por parte del ser que se ama, despierta pasiones que pueden impulsar a la persona afectada a realizar actos que no imaginaba. En la tragedia escrita por Shakespeare Otelo, el moro de Venecia, donde la trama alude a la violenta respuesta de celos del marido quien por una intriga llega a la conclusión de que su esposa fue infiel, la mata y después descubre que todo era mentira. Esto es ficción, pero si han sucedido hechos muy cruentos ante una infidelidad por parte de la amada. Baste recordar las lapidaciones y torturas en Afganistán por infidelidades femeninas no comprobadas.

Los ejemplos anteriores corresponden a la respuesta masculina frente a la infidelidad real o imaginada de su pareja, pero cuando a un hombre la sociedad le demanda aceptar que fue infiel, la situación, aunque difícil, es el reverso de la moneda, como sucedió con el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton con la pasante Mónica Lewinsky, donde él declaró “Lo hice, sólo porque podía hacerlo” y Hilary Clinton, lo perdonó y no era precisamente una mujer pobre que todo lo aguantaba por la hija.

Hombres no tan famosos como Clinton, también “pueden hacerlo” pues la estructura social patriarcal vigente lo permite, así lo muestra el testimonio recopilado por Lydia Cacho (2014: 374), donde una mujer rompe con su cónyuge, no tanto por la infidelidad, sino por todo el contexto de la relación y da cuenta de esto:

Me harté. He sido su enfermera, su cocinera, su sirvienta, la nana de sus hijos, su compañera guapa e interesante para que en la oficina lo vean como un hombre de familia estable, la que se quedó callada cuando tuvo relaciones con su secretaria. Nunca me acompañó a una sola cita médica (…) nunca tuvo tiempo. Cuando el doctor le dijo que todo estaba bien, lo abracé, y lo primero que hizo fue pedirme su iPad para ver los correos del trabajo y los resultados del futbol. (…) ¿Crees que me dio las gracias? Nada. Ese día decidí divorciarme.

Entonces ¿qué hacer frente a una infidelidad? Primero, como ya se vio, es totalmente diferente si eres mujer o eres hombre y en ese sentido irá la respuesta, luego preguntarse qué falló en ambas personas, porque algo sucedió y puede que no se hayan observado ciertas señales, ¿se marcaron los límites, ¿se permitieron las faltas de respeto? y muchos factores que influyen. Si eres la persona engañada podrás escuchar múltiples voces: “resulta imperdonable”, “págale con la misma moneda”, “no te preocupes sólo fue sexo”, y un sinfín de frases en este sentido.

¿Perdonar o no perdonar? Considero que en la historia de las mujeres muchas recuerdan haber perdonado y vuelto a perdonar infidelidades, porque sobran los pretextos, ¿qué tan válidos y creíbles? no lo sé, pero la infidelidad implica una ruptura de principios y siempre se traduce en engaños y mentiras. Se trata de un triángulo amoroso, donde alguien está presente sin la menor idea de que existe una tercera persona y esto genera condiciones de desigualdad e injusticia entre participantes, lo cual favorece la apuesta machista de los varones y consolida el funcionamiento del orden patriarcal que les da privilegios.

Toda infidelidad conlleva trampas y se es cómplice en el daño y dolor de otras mujeres u hombres, así que no está de más tener muy presente la ética y establecer con firmeza que “no somos traicionables y tampoco somos traidoras (lo cual conlleva) una clave ética” (Lagarde, M.; 2001: 100-109) y no olvidar que frente a un engaño femenino, se traiciona a otra mujer y por tanto a una misma; esto no tiene que ver con una ideología moral, sino con el hecho de que las relaciones compartidas tienden a ser muy injustas para las mujeres, porque terminan compitiendo por un hombre y desde luego, se fortalece la cultura patriarcal predominante. (*)

¿Perdonar o no perdonar la infidelidad? Se trata de una decisión absolutamente personal, que cada quien tendrá que reflexionar en soledad, y su importancia radica también en aprender a enfrentar los conflictos, lo que conlleva a negociar con el otro/otra, señalando claramente límites y condiciones, en aras de construir relaciones de respeto y confiables, para luego decidir si consideran posible recuperar la relación. Pienso que la decisión a tomar, será la mejor para cada quien en ese momento, sin olvidar que no se vale el sacrificio de nadie, ni que integridad alguna quede en duda. Ahora a intentarlo que también puedes perdonar y decir adiós al mismo tiempo, pues no es el fin del mundo.

Referencias:

Lagarde y de los Ríos, Marcela (2001) Claves feministas para la negociación en el amor. Puntos de Encuentro.Managua, Nicaragua.

http://cdd.emakumeak.org/ficheros/0000/0538/claves-feministas.pdf

Cacho, Lydia (2014) Sexo y amor en tiempos de crisis. Lo que debes saber antes de cumplir 40. Editorial Grijalbo. México.

(*) Recomiendo una excelente obra del dramaturgo mexicano Emilio Carballido, “Rosa de dos aromas”. Está en libro, teatro y cine.

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