Es muy importante no perder de vista dos consideraciones; (a) Que estamos en un nivel de sospecha y (b) Qué tan buena es la relación con mi pareja. Bajo estas dos consideraciones, existen gran cantidad de respuestas, sin embargo, las más generales me parece que pueden ser estas.
1.- Si la relación con mi pareja no es buena.
Si la relación no es buena existen más probabilidades de que la sospecha sea fundamentada. Aquí hay varios procederes, cuando la persona prefiere no enterarse por lo doloroso que pudiera resultarle, o la persona que quiere investigar hasta el final. En ambas se encuentran ventajas y desventajas. La persona que no quiere enterarse seguramente tendrá un nivel de comodidad o estatus que no quiere perder y está dispuesta a pagar el precio. La otra persona paga el precio de distinta forma, pues la verdad no siempre está de nuestro lado.
2.- Si la relación con mi pareja es buena.
Si la relación es buena y existen sospechas, pudiera tratarse más bien de un problema personal de quien sospecha (autoestima baja, por ejemplo). Tal vez por la edad, por estar con sobrepeso o por no cumplir ciertos “auto-requisitos”, no nos sentimos valiosos y esa inseguridad la proyectamos en nuestra pareja pensando que ella nos ve con poca valía, cuando somos nosotros mismos los que nos estamos calificando. Entonces el ser muy amable con alguien, o que el saludo sea un abrazo, se vuelve una tortura. Aquí hay que tener mucho cuidado pues si empiezo con dudas, con cierta paranoia de sentir que este sentimiento me persigue y me angustia, lo mejor es pedir consulta psicológica. Otro asunto será el que, leyendo mensajes de texto en su celular o sus correos electrónicos, encontremos franca cercanía e interés en la otra persona… tal vez lo que no nos hemos dado cuenta es que nuestra relación pasó a ser de “buena” a “no tan buena”.
3.- Si la relación es francamente buena.
Para mí una relación “francamente buena” se mide en el nivel profundo de comunicación con mi pareja ¿Y eso qué es? Que sienta la libertad de expresar mis inquietudes, mis deseos, mis creencias, sin necesidad de imponerlas al otro y que el otro escuche y opine, también sin necesidad de imponer sus creencias. Si este es el caso, la sospecha podrá hablarse sin temor y lo más seguro es que fuese una sospecha poco fundamentada.
Conclusión:
En cualquiera de los tres casos, lo importante es despejar la duda, pues esa duda si no se resuelve, puede convertirse en tortura. Si emocionalmente estoy listo para enfrentar la verdad ¡pues a buscarla! Si mi duda se genera en función a:
(I) Sospechas de que se tiene citas con otras personas… ¿por qué no acudir a ver al Detective a obtener una opinión objetiva? (II) Mi inseguridad… ¿por qué no acudir al Psicólogo a revisar mi crecimiento personal? (III) Su comportamiento desinteresado sexual… ¿por qué no acudir al Sexólogo a determinar si el desinterés sexual no es propio?
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