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Carolina Grajales Valdespino

¿Se vale sentir envidia de tu pareja?


Si se vale o no sentir envidia de tu pareja que importa, la cuestión es que la sientes y ya; el problema es no saber qué hacer con ella.

La envidia puede ser tan irracional e indefendible que da pena reconocer ese sentimiento y menos si sucede en tu pareja, sobre todo cuando se supone que se trata de una relación diferente a todas las demás.

Desde la psicología se argumenta que la envidia es un sentimiento que, por lo general, lo rechaza hasta la propia persona que lo experimenta y por supuesto no reconocido ante terceros. Lo común es que quien siente envidia hace todo para ocultarla, porque lo contrario sería aceptar alguna carencia.

El caso es que los vínculos de pareja no son tan idílicos como a veces suponemos, sólo son otra relación social y por tanto, tienen la capacidad de producir cualquier clase de sentimientos: tristeza, alegría, dolor, amor y por supuesto: envidia. En esta sociedad, en la que todo es “light” no falta quien hace énfasis en que siente envidia de “la buena” (ligerita), cuando escucho esto, yo muero por decirle ¡envidia sólo hay una!, así, sin adjetivos.

Surge la envidia cuando se desea algo que posee otra persona y que una no tiene, lo cual tiende a generar un sentimiento de tristeza o enojo. Aunque no es así de simple, puede tratarse de un bien, una situación o una posición que se percibe como carencia, puede ser un empleo, reconocimiento social, apariencia física, una increíble pareja, la muerte de alguien, o lo que se te ocurra. Pero no falta algo por qué sentir envidia y les sucede a todas las personas, así de general es el asunto.

Cuando las parejas se conforman en familias, el sentimiento en cuestión aflora en el momento más inesperado de formas y en tiempos diferentes, pues las familias son sistemas vivos que pasan por etapas que se van sucediendo cíclicamente unas de otras, asociadas entre sí, dependiendo del lugar que ocupen en el denominado ciclo vital de la familia, que desde distintas corrientes teóricas se han ido señalando, y a grandes rasgos se pueden dividir en:

a) Pareja inicial; b) Nacimiento y crianza; c) Hijas/hijos en edad escolar; d) Adolescencia; e) Salida de hijas/hijos del hogar; f) Nido vacío (edad madura) y g) Ancianidad.

Un elemento presente en las familias y gran generador de envidia lo constituye el patriarcado, que de acuerdo con el sociólogo Max Weber “representa la institucionalización del dominio masculino, tanto dentro de la familia, como por extensión, en el resto de la sociedad.El ‘pater’ familia es la autoridad indiscutible” (1979) y es quien dirige la vida de los suyos. Si bien esto lo decía Weber entre los siglos XIX y XX, y puede que no se presente de forma tan radical en la actualidad; no obstante, si encuentran resonancia en las relaciones de pareja en el presente siglo, porque hemos de reconocer como una realidad innegables prerrogativas, diferencias sociales y sobre todo de poder, de los varones sobre las mujeres. Y esto es más visible en algunas etapas del ciclo vital de la familia.

Si al inicio de la pareja sus condiciones de escolaridad y laborales eran más o menos semejantes, hasta ahí pudiera ser que no se tengan grandes diferencias, pero con el nacimiento del primer hijo o hija, la vida cambia de forma radical para las mujeres, no porque el embarazo sea una enfermedad que la incapacite o algo así, sino porque en las condiciones sociales en que se viven las maternidades, como la falta de guarderías confiables y la incompatibilidad entre las jornadas laborales y los tiempos escolares, a veces la opción que consideran más viables es que la mujer abandone su empleo o los estudios o los atienda de forma parcial (medio tiempo) y esto incide en una pérdida de ingresos que se restituye con servicios domésticos y también con una pérdida de poder en la pareja, porque nos guste o no se establecen relaciones de poder que también son fuente de conflictos.

Aquí se puede hacer presente aquel refrán de “el que paga manda”. Y la envidia a todo lo que da.

Pero no todo es trágico, si reconocemos que grupo es sinónimo de conflicto, entonces, ¿por qué asustarse de los conflictos cotidianos en una pareja? Porque no aprovechar el conflicto y construir un espacio de confianza, qué tal si en lugar de sufrir en soledad la envidia, le dices a la otra persona “en este momento estoy sintiendo envidia, me siento triste, tengo coraje contigo porque…” y en equipo enfrentar cualquier situación nueva que trastoque los proyectos iniciales. (*)

El problema no es que surja la envidia, sino más bien que no se hable de eso que están sintiendo, porque la envidia es seguro que se presentará una y otra vez, sólo habrá que aprender a reconocerla, hablar de ella e irla desgastando hasta que desaparezca. Como dice la sabiduría popular, la envidia se considera “un mal” para la persona que la siente y hasta se recomiendan brebajes para curarla y no se convierta en un “daño”; además este mal “tiene dos caras” y “siempre se recibe de una persona cercana que esconde su intención en una caricia o una palmada cariñosa” (Krause, María C.; 2006)

Envidiar algo de tu pareja no implica que decidiste tener ese sentimiento, lo que si puedes es reconocer la envidia, hablar de ella y enfrentarla juntos en equipo. Como dice Benedetti “la envidia es el único vicio que se alimenta de virtudes, que vive gracias a ellas”, entonces hasta habría que buscar en pareja, la parte positiva de la envidia y sino, al menos reírse juntos de ella.

Referencias

Benedetti, Mario. (1953) Quién de nosotros. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, Argentina.

Krause Yornet, María Cristina. La envidia y su tratamiento. Reflexiones sobre el poder, la cura de palabra y otras terapias rituales en San Juan (Argentina). Mitológicas, vol. XXI, 2006, pp. 47-53. Centro Argentino de Etnología Americana. Buenos Aires, Argentina.

Weber, Max (1979). Economía y Sociedad. FCE. México.

(*) Sugiero platicarlo en un cafecito o restaurant para que no suba mucho la voz y no vuelen objetos.

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