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Manuel Hernández

Tu nivel de madurez y su impacto en la infidelidad.


Imagina que te quedas de ver con tu pareja en algún punto de la ciudad, es viernes, el tránsito está imposible y aun cuando tomaste precauciones y revisaste las alternativas viales para llegar al lugar acordado ¡llegas media hora tarde! ¿Alguna vez te ha pasado? Seguramente sí, el punto es ¿cómo ha reaccionado tu pareja?

¿Te ha recibido con una sonrisa al darse cuenta que vienes hech@ una furia?, ¿trata de calmarte y te pide que le cuentes que te ocurrió (en síntesis, te apapacha) o por el contrario apenas te ve empieza a reclamarte en voz alta lo inconsciente que fuiste por tenerl@ esperando, te dice que siempre haces lo mismo, que no cambias, etcétera, etcétera?

La sensación que me queda al responder algunas de las consultas que nos hacen nuestros lectores sobre situaciones que les ocurren con su pareja es que, en ejemplos como el anterior cualquiera de las dos respuestas es algo normal. Es decir, es parte de su día a día y es tal la inconsciencia que no se preguntan si es válido que su pareja los trate de una manera “grosera”, por decirlo así, si fuera el caso de la segunda reacción.

He señalado en artículos anteriores que elegimos a nuestra pareja inconscientemente, no obstante, también hacemos una elección desde nuestra propia madurez emocional. A manera de paréntesis te puedo compartir que los estados emocionales de la mente son producto del aprendizaje que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida, desde ésta perspectiva podemos decir que somos adultos maduros cuando no permitimos que las partes infantiles de nuestra personalidad nos dominen y nos mantenemos como adultos infantiles cuando permitimos que recurrentemente sometan las infantiles a las adultas.

Siguiendo ésta línea cuando permitimos que las partes infantiles de la mente tomen el control doblegando a las adultas seguramente habrá una dinámica caracterizada por celos, envidia, rivalidad, sentimientos de exclusión, posesividad y odio. En contraste con una personalidad adulta, la cual está marcada por la confianza, el desinterés, el altruismo, la tolerancia, la libertad y el amor.

Ampliando un poco más ésta idea, una persona con un desempeño adulto, es aquella que logra integrar las parte positivas y negativas de su pareja aceptándola como es, es generosa, busca una relación de crecimiento, da libertad, tiene detalles, sabe que hay momentos en los que debe ceder, respeta a su pareja en todo sentido, es decir, sabe que es libre de tomar muchas decisiones, sin embargo, no hace cosas que puedan afectarl@ o lastimarl@. Tiene la capacidad de integrar aspectos masculinos y femeninos que poseemos hombres y mujeres; asume la responsabilidad de sus acciones en lugar de culpar a los otros por las cosas que no salen bien.

En una persona con tendencia a un desempeño infantil, observamos claramente que puede amar de muchas maneras, pero al final del día no se compromete y concibe la diferencia de género desde la perspectiva “esto es para los hombres y aquello es para las mujeres”. Ahora bien, hasta el momento sólo he descrito a la parte Adulta e Infantil, no obstante, existe un tercer polo, el del perverso quien de manera particular puedo decir que es aquella persona que tiende a devaluar, dañar o lastimar a su pareja, en conclusión, propiciando una relación destructiva.

A manera de conclusión pondré un ejemplo y las posibles respuestas dependiendo del nivel de madurez emocional en el que se encuentra la persona:

• Estás viendo tu programa favorito en casa a las 10pm, suena el teléfono, es tu pareja quien te dice que se le descompuso el coche y te pide ayuda (como antecedente ya había estado fallando y aun cuando le sugeriste llevarlo a que lo revisaran no lo hizo…).

Una persona adulta sin pensarlo dos veces acudiría a ayudarle, porque sabe que hay momentos en la relación en los cuales se debe dar y apoyar.

Una persona infantil diría “¡no inventes!, ¡ve la hora!, toma un taxi, yo lo pago”, porque su filosofía está dirigida a llevársela “relax”, dicho en otras palabras, mientras no le cueste nada, no hay problema.

El perverso por su parte, sin decir nada pensaría “¡qué bueno!” y tal vez diría “¡te lo dije! ese carro ya está mal, ¡ya véndelo!” Porque tiende a lastimar a la persona, normalmente es malo en sus intenciones.

En nuestro día a día podemos caer principalmente en un polo adulto o infantil, pero siempre hay un lado que domina más y la intención de este artículo es justamente invitar al lector a reflexionar sobre cuál es el lado de su personalidad que más lo domina y si fuera el caso del infantil que se dé cuenta que al trabajar en sus áreas de oportunidad estará sembrando la semilla para construir relaciones sanas y alejar entre muchas problemáticas el tema de la infidelidad.

“Dime como te relacionas emocionalmente y te diré que tan enfermo estás mentalmente”.

*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.



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